Se trata de un bien natural que no abunda, que es finito y que si las sociedades persisten en su derroche y contaminación, generará muerte, dado que el agua es vida.

Es oportuno recordar que las primeras organizaciones en alentar esta jornada fueron la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Asociación Interamericana de Ingeniería Sanitaria (AIIS) y la Asociación Caribeña de Agua y Aguas Residuales (CWWA) y desde el 2002 esta iniciativa se ha incorporado a la Organización de los Estados Americanos (OEA).

En los tiempos actuales es indispensable que las sociedades y los Estados tengan una mayor sensibilidad respecto del agua y la necesidad de conservar de manera sana a este recurso.

El agua es el primer alimento del hombre y es un elemento indispensable para mejorar los aspectos sanitarios. Por eso el agua está estrechamente vinculada a la calidad de vida.

En Entre Ríos, una provincia que desde el nombre habla del agua, es un territorio que está surcado por más de 7.500 cursos de aguas superficiales, que no dependen de la lluvia. Sin embargo, todavía a nivel provincial el Estado no la ha jerarquizado suficiente y apenas tiene un rango de Dirección. Esto explica en parte por qué con el agua, todos hacen lo que quieren, como si fuera un territorio liberado para las peores prácticas.

Indudablemente, se trata de un patrimonio que es un bien común a todos y que entre todos es necesario preservar. No jerarquizar la administración de los recursos hídricos (lo que implica privilegiar la salud humana y los ecosistemas), es abortar el futuro.

En la provincia falta mucho, por ejemplo, para tener un sistema de riego público para la producción. Por eso, de vez en cuando hay que emitir un decreto de emergencia agropecuaria en época de sequía.

Sería engañoso plantear la problemática del agua solamente enfocada al conflicto con la pastera de Botnia, porque la problemática hídrica es mucho más amplia e incluye la conciencia ciudadana para evitar, por ejemplo, el doméstico y cotidiano derroche.

Pero es indudable que se requiere de políticas de Estado, hoy ausentes en todos los niveles (nacional, provincial y municipal) para que se fortalezca la relación cantidad-calidad, justamente para que todas las personas tengan un adecuado uso del agua y contribuir de esa forma a evitar y reducir la contaminación y con ello los riesgos de afectar la salud y la vida misma.