Los estudios de hidrogeología moderna señalan que hay flujos de variada calidad que circulan en el subsuelo por distintas zonas y profundidades y, en consecuencia, tienen diferentes zonas de recarga y descarga.
De este modo, no es inusual que cuando se comienza a extraer agua de un pozo en una zona de descarga (es decir, donde los niveles del agua son someros), no haya ninguna dificultad; pero si, por ejemplo, se aumenta la extracción, el potencial de abastecimiento de dicho pozo llega al límite y se comienza a sacar agua más profunda (llamada erróneamente agua fósil), que contiene una salinidad contrastante con la que fue extraída inicialmente.
Por otra parte, cuando el agua entra en la superficie terrestre, reúne ciertas condiciones físicas y químicas. Si el lugar es elevado, con un determinado tipo de suelo y rocas, el agua infiltrada tendrá una “firma” específica desde el punto de vista isotópico; asimismo, adquirirá las características químicas del suelo y de las rocas por donde entra y circula, y al salir tendrá su “firma” particular desde el punto de vista químico, y tenderá, en general, a mantener su “firma” isotópica.
“Se dice que el agua subterránea es un sistema, porque cada una de sus características y cada uno de sus procesos están ligados”, apunta el investigador universitario.
Usos y abusos del agua
La mayoría de la población (99%) usa un porcentaje mínimo del agua subterránea abastecida a nivel nacional (14%); el resto, es decir, 1% de la población (uno o 2 millones de industriales y agricultores) utiliza el restante 86%.
“Cuando se habla de falta o escasez de agua, no es que no haya, sino que la infraestructura no permite organizar su extracción en forma correcta, para llevarla a los lugares donde se requiere. Aún más, en los planes de desarrollo de México no se incorpora el estudio moderno del agua subterránea, pese a que representa 99% del total del agua existente en los continentes y entre 60% y 80% de los volúmenes marinos, según lo ha establecido el Organismo Internacional de Energía Atómica.”
Para corregir estas deficiencias, José Joel Carrillo Rivera propone como un primer paso que la CONAGUA acepte fortalecer los estudios del balance hídrico con la visión de los sistemas de flujo; en este sentido, sería deseable proceder con lo necesario para elaborar, al igual que en otros países, un atlas de la isotopía del agua tanto superficial (lluvia y nieve) como subterránea (de pozos, humedales y manantiales).