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Noticias UNAM - Septiembre 2018


3 de Septiembre de 2018

Desarrollan tecnosuelos para reverdecer Ciudad de México

Fernando Guzmán 

Investigadores del Instituto de Geología ensayan con siete de ellos; permiten crear milpas urbanas, jardines y azoteas verdes

Desde hace cinco años, los integrantes del grupo de trabajo Suelo y Ambiente del Instituto de Geología (IGl) desarrollan, mediante talleres de investigación con estudiantes universitarios, tecnosuelos, también conocidos como suelos artificiales o a la medida, los cuales son mezclas de residuos orgánicos e inorgánicos.

La idea es utilizarlos en Ciudad de México para crear milpas urbanas, jardines y azoteas verdes, así como para hacer labores de revegetación y evitar inundaciones o encharcamientos.

Actualmente, los investigadores universitarios están probando siete tecnosuelos desarrollados con diferentes combinaciones: por un lado, residuos orgánicos, como composta proveniente de una de las plantas de composta de Ciudad de México; lombricomposta, en cuya producción se emplea la lombriz roja o californiana (Eisenia foetida); aserrín, que por su baja densidad favorece el crecimiento radical de las plantas; y biocarbón, que es obtenido por la descomposición térmica (pirólisis) de cualquier residuo orgánico y utilizado para mejorar las propiedades de los suelos; y, por el otro, residuos inorgánicos provenientes de excavaciones, construcciones y demoliciones, como trozos de ladrillos, concreto y muros que son triturados para que puedan mezclarse con aquéllos. Cada uno se comporta de distinta manera.

Milpas urbanas

El suelo natural es un recurso no renovable a escala humana. La naturaleza tarda más de 400 años en formar un centímetro de suelo. Incluso los hay naturales que requieren milenios para formarse. Para propagar plantas comestibles debe haber un suelo de, por lo menos, 35 a 40 centímetros de espesor. Crear uno artificial a partir de la mezcla de residuos orgánicos e inorgánicos lleva unos cuantos meses.

Antes de experimentar con los suelos artificiales para cultivar, en una milpa urbana, maíz, frijol y calabaza, se hizo un inventario de desechos orgánicos e inorgánicos de Ciudad de México. “Ya se tiene una lista de ellos y se ha usado para ensayos a diferentes escalas: macetas, invernadero y ahora a cielo abierto (milpa urbana), con las condiciones climáticas de la ciudad”, dijo Blanca Lucía Prado Pano.

Esta investigadora, en colaboración con Lucy Mora Palomino y Víctor Manuel Peña Ramírez, ha propagado plantas de ornato (cempasúchil, cactus y siempreviva) y cultivado chile y jitomate, y sabe en qué suelos se produce mejor el fruto de la tomatera.

El año pasado, la milpa urbana de los especialistas cumplió un ciclo completo, y ahora llegará al segundo. En el primer ensayo, las mezclas de composta (35 por ciento) con trozos de madera (65 por ciento) y lombricomposta (35 por ciento) con trozos de madera (65 por ciento) fueron las que mostraron los mejores rendimientos; sin embargo, su composición orgánica les hace emitir cantidades significativas de dióxido de carbono.

Por esta razón, los investigadores añadieron, en el segundo ciclo, biocarbón, que, entre otras ventajas, tiene una gran estabilidad a lo largo del tiempo. Un suelo artificial con lombricomposta (25 por ciento), biocarbón (20 por ciento), residuos de demolición (30 por ciento) y trozos de madera (25 por ciento) sería muy competitivo.

“Preparar suelos para cultivar plantas comestibles es lo más difícil. Si logramos obtener una producción importante, podremos propagar la planta que queramos”, subrayó Peña Ramírez, experta en sustratos y propagación de plantas en viveros y posdoctorante en suelos artificiales bajo la dirección de Prado Pano.

Múltiples usos

El grupo de trabajo del Instituto de Geología desarrolla suelos artificiales no sólo para promover la agricultura urbana, sino también para regenerar jardines y construir nuevos parques, y para rehabilitar zonas contaminadas por la industria.

“Nuestra finalidad es desarrollar tecnosuelos con un amplio espectro de usos”, indicó Mora Palomino, responsable del Laboratorio Analítico de Suelos.

En las urbes muchos suelos se encuentran completamente compactados, parecen de cemento. Los artificiales pueden usarse para plantar árboles nativos y así recuperar algunas funciones ecológicas, como la recarga de los acuíferos; “permitirían tener árboles de mejor calidad pero, además, crear más azoteas verdes y, de este modo, reverdecer las zonas grises de la ciudad”, agregó Mora Palomino.

Sin riesgo

De acuerdo con Prado Pano, los tecnosuelos pueden diseñarse, con desechos de la misma ciudad, a la medida de una necesidad específica, como la de crear un corredor de polinizadores o la de desarrollar suelos con capacidad para amortiguar lluvias y favorecer la recarga de los acuíferos.

Los bosques que circundan Ciudad de México, como el corredor biológico Chichinautzin, se están deteriorando por la extracción de suelo orgánico forestal. El uso de suelos artificiales evitaría el saqueo de “tierra negra” y “tierra de hoja”, que se venden en Xochimilco; asimismo, ayudarían a aprovechar los desechos de construcción, como el cascajo, que al tirarse a la intemperie y en canales naturales genera compactación, inundaciones o encharcamientos.

El grupo de trabajo del IGl pretende elaborar un manual en el que se establezca qué residuos orgánicos e inorgánicos, y en qué cantidades hay que mezclar, sin riesgo, para desarrollar tecnosuelos con fines específicos. Una condición ineludible es que no sean emisores de más gases de efecto invernadero. Si se utilizan en ellos demasiados residuos orgánicos, emiten a la atmósfera cantidades importantes de dióxido de carbono por el proceso de mineralización que ocurre tan rápido.

Por eso, los investigadores de la UNAM ya evalúan qué proporción de residuos orgánicos e inorgánicos deben tener los tecnosuelos para que aporten los nutrimentos requeridos por las plantas, tengan capacidad para captar agua de lluvia, no emitan demasiado dióxido de carbono y contribuyan a la reducción de la temperatura en el ambiente.

Siete combinaciones

Actualmente, los investigadores universitarios están probando siete tecnosuelos desarrollados con diferentes combinaciones, las cuales pueden contener:

Residuos orgánicos: como composta proveniente de la Planta de Composta de la Ciudad de México; lombricomposta, en cuya producción se emplea la lombriz roja o californiana (Eisenia foetida); aserrín, que por su baja densidad favorece el crecimiento radical de las plantas; y biocarbón, que es obtenido por la descomposición térmica (pirólisis) de cualquier residuo orgánico y utilizado para mejorar las propiedades de los suelos.

Residuos inorgánicos:  provenientes de excavaciones, construcciones y demoliciones, como trozos de ladrillos, concreto y muros que son triturados para que puedan mezclarse con aquéllos. Cada uno se comporta de distinta manera.

 

Han propagado plantas de ornato (cempasúchil, cactus y siempreviva) y cultivado chile y jitomate.


Fuente:
Fernando Guzmán, 3 de septiembre de 2018, Desarrollan tecnosuelos para reverdecer Ciudad de Méxicos. Gaceta UNAM.
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