La vegetación en esos espacios regula la temperatura, produce oxígeno y capta bióxido de carbono
Para contrarrestar el deterioro ambiental de la Ciudad de México, la comunidad científica ha planteado diversas medidas. Hoy en día, distintos grupos interdisciplinarios continúan con estudios y propuestas de soluciones viables.
Es el caso de Jerónimo Reyes Santiago, del Jardín Botánico del Instituto de Biología, quien desde hace más de 10 años alienta la creación de azoteas verdes con el propósito de disminuir la contaminación atmosférica que amenaza la salud de los citadinos.
La sugerencia, formulada desde el punto de vista biológico, tiene como objetivo aumentar las áreas verdes que en la urbe son limitadas, requieren agua y, además, reciben la presión de las altas temperaturas a causa del efecto llamado islas de calor urbano.
Historia
Tras una estancia en la Universidad Humboldt de Berlín, Alemania, para estudiar esa propuesta, que desde hace décadas funciona en esa metrópoli, Reyes Santiago construyó en julio de 1999 la primera azotea verde en el Jardín Botánico.
Ese año se generaron los prototipos, en conjunto con investigadores de la Universidad Autónoma Chapingo, el Gobierno del Distrito Federal y la UNAM, que fueron enviados a Alemania en plan de estudio por iniciativa de la autoridad citadina.
De acuerdo con el biólogo, el proyecto se enfrentó a resistencias. “La idea era hacer dos mil metros cuadrados en los edificios, aunque no se aprobó porque suponían que el inmueble se deterioraría. Hubo que explicar que un desarrollo tecnológico de ese tipo no se improvisa ni es ocurrencia. Hay que ajustarse a las especificaciones de construcción”, relató.
Para ponerlo en práctica era necesario conocer plantas de alta resistencia a la sequía, como las llamadas suculentas (del latín sucus, jugoso), que toleran las inclemencias del clima en las condiciones de una zona urbana sobrecalentada, detalló.
Se trata de magueyes (Agave spp.), nopales (Opuntia spp.) y siemprevivas (Sedum y Echeveria), entre otras ahorradoras de agua, cuya característica es que 80 por ciento de su cuerpo es líquido, como conchitas o chismes; en suma, plantas de las zonas áridas de México.
Ese tipo de vegetación regula la temperatura, produce oxígeno, capta bióxido de carbono y ahora se sabe que absorbe hidrocarburos aromáticos policíclicos, altamente cancerígenos, así como una gran cantidad de partículas suspendidas de metales pesados como plomo, zinc, manganeso o cromo.
Desde entonces, el universitario imparte cursos y talleres de construcción de azoteas verdes con la coordinación del Jardín Botánico y del Programa Universitario de Medio Ambiente. “Se ha hecho un gran esfuerzo, se dan cuatro cursos al año con los que tratamos de permear este proyecto en la sociedad; son prácticos, incluso llevamos a los talleristas a la ‘obra’ para que vean cómo se construyen, similares al modelo que creamos en el edificio de la Coordinación de la Investigación Científica”.
Otros servicios
Actualmente, un grupo interdisciplinario de investigadores universitarios analiza qué otros servicios ambientales proporcionan. “Uno muy interesante es que disminuye la velocidad de la escorrentía. Al tener sustrato, retarda el flujo de agua. Si tuviéramos cientos de hectáreas no se saturarían los drenajes y habría tiempo para desaguar una ciudad”, destacó Reyes Santiago.
Las azoteas verdes proyectadas en la UNAM se hacen desde la perspectiva de preservar los hábitats originales, como la vegetación natural del Pedregal de San Ángel. No obstante, también siguen criterios ornamentales bajo el diseño de paisaje. “Con plantas nativas, pero ordenadas para jardín con el propósito de que la gente pueda disfrutar la vista”, añadió.
Los universitarios han incrustado especies catalogadas en riesgo de extinción por la norma oficial mexicana NOM- 059-Semarnat-2010, con el propósito de resguardarlas por si se llegara a expirar su ambiente natural.
Asimismo, trabajan para alentar su implementación con plantas comestibles. “Pienso que una ciudad debe saber producir sus alimentos. Nos hemos vuelto vulnerables porque olvidamos eso, a diferencia de algunos países que estuvieron bajo presión en la etapa de la Guerra Fría. Ellos aprendieron a cultivar y almacenar alimentos por ley”, comentó.
“En una ocasión planté amoles (Beschorneria yuccoides). ¿Sabe qué son?”, preguntó. “Un pariente de los magueyes, que se usaba como jabón en el México antiguo. También habría que cultivar plantas medicinales, las básicas, por lo menos para combatir las lombrices. En fin, estos organismos nos ayudan, por eso necesitamos extender las áreas de las azoteas verdes”, concluyó.