Dos importantes cuencas hidrográficas del país buscan mejorar sus condiciones medioambientales, reforzar su resiliencia y favorecer el desarrollo de las comunidades bajo un ambicioso proyecto que aúna los esfuerzos del Banco Mundial, la FAO, y el gobierno del país.
Las cuencas hidrográficas de Yaque del Norte y Ozama-Izabela, en República Dominicana, nutren más de 300 kilómetros de ríos. Los embalses de esta zona tienen potencial para almacenar casi 1000 millones de metros cúbicos de agua, abasteciendo a un gran número de comunidades que dependen del recurso para su sostenibilidad. Sin embargo, las cuencas están degradadas y presentan un notable deterioro que amenaza seriamente a su población, tanto por la pérdida de capacidad de regulación de embalses por sedimentos, como por el deterioro de calidad de sus cauces por aportes urbanos y agrícolas.
Para revertir esa tendencia se espera poner pronto en marcha el Proyecto de Agricultura Resiliente y Gestión Sostenible de los Recursos Naturales en las cuencas de Yaque del Norte y Ozama-Izabela, preparado en parte con el apoyo del programa cooperativo entre la FAO y el Banco Mundial. Sus objetivos son promover la gestión sostenible de agrosistemas productivos, mejorar la resiliencia de activos hidráulicos y aumentar la calidad y el acceso al suministro de agua potable. Se espera que contribuya de manera significativa a la resiliencia climática de los agro-ecosistemas, así como de los sistemas de agua potable y saneamiento en los territorios beneficiados. reducir los niveles de pobreza e inseguridad alimentaria en las zonas de intervención del proyecto. De llegar las negociaciones a buen puerto el proyecto tendría luz verde este mismo año.
La representación de la FAO en el país, en forma articulada con el Centro de Inversiones de la FAO y el Banco Mundial, jugó un papel fundamental durante la preparación del proyecto, favoreciendo y articulando diálogo entre las diferentes instituciones involucradas. Luis Loyola, experto del Centro de Inversiones, explica que el proyecto “busca apoyar al gobierno en la implementación de la Estrategia Nacional de Desarrollo con el objetivo de aumentar la resiliencia y mejorar la gestión de riesgo de desastres, para lo cual plantea acciones que respondan a un enfoque integrado de la gestión de los recursos naturales”.
El enfoque integrado
Este tipo de acciones del proyecto –bajo una óptica integrada- es fundamental para la eficacia del proyecto, explica Loyola. “Es un enfoque espacial multisectorial para la gestión sostenible de bienes y recursos naturales (suelo, agua y vegetación), teniendo en cuenta el impacto río arriba y río abajo. Combina medidas para apoyar la intensificación sostenible en las tierras más fértiles alimentadas por la lluvia y con riego, a través de la restauración del paisaje y la conservación de los recursos en tierras degradadas; el fortalecimiento de la resiliencia en las cuencas; aumentar el acceso al saneamiento para reducir la contaminación; y el fortalecimiento de las instituciones”.
Las acciones tienen un fuerte componente humano, ya que son las comunidades las que se beneficiarían de un recurso más limpio, y de forma más sostenible. “Estas medidas combinadas se dirigirán a la población más vulnerable de las zonas rurales pobres, y tendrán como objetivo reducir la vulnerabilidad a los efectos adversos del cambio climático, aumentar la capacidad de adaptación, incrementar la productividad, fortalecer las organizaciones de productores y reducir los posibles conflictos en torno a los recursos naturales, especialmente los recursos hídricos”, concluye el experto.
