China es un ejemplo significativo del valor económico de los bosques pues en función de almacenamiento de agua su valía es de $1 trillón; tres veces superior al valor de la madera que contienen.

La próxima vez que llene la cafetera de agua, recuerde que un bosque lo hizo posible. Puede ser que esté muy lejos, pero es probable que deba su taza de café, al menos en parte, a los árboles que ayudaron a capturar el agua y a filtrarla en su largo viaje hacia el consumidor.

La importancia de los bosques respecto al ciclo del agua no se debe subestimar. Los bosques ralentizan el flujo de agua, que se infiltra gradualmente a través del suelo, garantizando un suministro estable todo el año, incluso durante las estaciones más secas. Asimismo, filtran el agua de ríos, lagos, arroyos y aguas subterráneas, aumentando así su calidad.

En la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), destacamos el vínculo profundo y esencial entre los bosques y el agua. Además de la salvaguardia del suministro de agua de calidad, la ordenación forestal reduce la pobreza con la creación de puestos de trabajo, la producción de alimentos, la prevención de incendios forestales, la protección de cuencas hidrográficas y la eliminación de dióxido de carbono del aire, entre otros.

A nivel mundial, las cuencas hidrográficas y los humedales boscosos proporcionan un 75 % de los recursos de agua dulce. Un tercio de las ciudades más grandes del mundo obtienen una importante cantidad de su agua potable de los bosques protegidos; en Nueva York, por ejemplo, una de las ciudades más densamente pobladas, hay dos sistemas forestales - repartidos en 5,180 kilómetros cuadrados- y situados lejos, aguas arriba de la ciudad, que suministran agua para 9 millones de personas, distribuyendo 4.9 mil millones de litros diarios.

Al igual que cualquier organismo vivo, los árboles transpiran, y al hacerlo, aumentan los niveles de humedad en el aire propiciando la lluvia o la nieve. En promedio, el 40 % de las precipitaciones se originan a partir de la evapotranspiración - nombre dado a este proceso - de plantas y árboles. En algunas zonas, la cifra es mayor. Por ejemplo, más del 70 % de la pluviometría en la cuenca del Río de la Plata se origina de la evapotranspiración de la selva amazónica.

Cuando se ordena de manera sostenible, los bosques contribuyen a reducir la erosión del suelo, los efectos de las inundaciones, previenen la salinidad de las tierras áridas y la desertificación y reducen el riesgo de deslizamientos de tierra y avalanchas - catástrofes que pueden alterar las fuentes y suministros de agua dulce. Mediante el almacenamiento del agua, los árboles pueden fortalecer la resiliencia a sequías.

La inversión en políticas forestales e hídricas orientadas a la ordenación sostenible tiene un sólido sentido económico. Ante la posibilidad de elegir entre poner en marcha una estrategia de protección de los recursos forestales o la instalación de una planta para el tratamiento de aguas, los encargados de planificación de la ciudad de Nueva York notaron rápidamente que no había punto de comparación. El sistema artificial tenía un costo de $6 a $8 mil millones, con un incremento de $300 a $500 millones anuales en costos de operación. El costo total para ordenar de manera sostenible dos bosques era menor a $1.5 mil millones.

China es un ejemplo significativo del valor económico de los bosques pues en función de almacenamiento de agua su valía es de $1 trillón; tres veces superior al valor de la madera que contienen.

El valor de los bosques también puede medirse en vidas humanas; la medida más importante. En África, existen datos sólidos de que la deforestación intensiva en el cinturón tropical central está impactando el suministro de agua en otras partes del continente, como Etiopía, a kilómetros de distancia. Como consecuencia, algunas poblaciones, se han visto obligadas a emigrar de su tierra natal.

Sin duda, los vínculos entre los bosques, el agua y el bienestar humano son numerosos - y no pueden ser ignorados.