Hace unos días, al sonido de las fanfarrias y el suspiro de los habitantes de Iztapalapa, el presidente Enrique PeñaNieto inauguró el Pozo SantaCatarina 3, cuyo potencial auguraba 128 litros de agua por segundo, con la novedad de que la perforación se había dado a dos kilómetros de profundidad, a contrapelo de la tradición de 300 metros.
De pasadita, se anunciaba un programa de recarga de mantos acuíferos con aguas tratadas, con la promesa, ahora sí, de cancelarse la sobreexplotación.
Las entrelineas, con perl de mantas, hablaban de no más socavones, más grietas o más hundimientos en la Ciudad de México.
La espectacularidad del acto; sin embargo, no le borró el perl de paliativo frente a un colosal problema que amaga con convertirse en jinete del Apocalipsis.
Por más profundo que se perfore, por más largo que sea el popote, los mantos viven sus últimos días.
La paradoja del caso es que a medida que crece el amago, no sólo en la capital del país sino en la República, decrece el presupuesto de la Comisión Nacional del Agua.
Calculado por la empresa Regiomontana de Construcción y Servicios un mínimo de 78 mil 347 millones para el 2019, hete aquí que en el presupuesto para el año próximo aprobado en lo general por la Cámara de Diputados, se anota una partida de 26 mil 167, frente a los 43 mil 220 que se destinaron en el 2012, o los 47 mil 347 de 2014.
En los últimos dos años la disminución concreta para el programa de agua potable, alcantarillado y saneamiento fue de nueve mil 990 y tres mil 423.
Para 2018 la caída es similar, 3 mil 582. En materia de inversión, de los 32 mil 603 millones de que se dotó a la instancia en el 2012 este año se bajó a 18 mil 138, previéndose para el próximo exactamente el mismo nivel.
En materia de inversión, de los 32 mil 603 millones de que se dotó a la instancia en el 2012 este año se bajó a 18 mil 138, previéndose para el próximo exactamente el mismo nivel.