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Noticias Internacionales - Abril 2018


23 de Abril de 2018

Agua, amoníaco y guerra

Carolina Flechas Anzola

El amoníaco es un compuesto químico gaseoso de nitrógeno cuya fórmula química corresponde a NH3, y que se produce de manera natural cuando se descompone la materia orgánica, debido a la acción de bacterias. Como es conocido, se presenta disuelto en el agua residual en forma de iones amonio (NH4+).

En cualquier caso, el amoníaco es tóxico para la vida acuática, y esta fue, entre otras, una de las razones por la cual en la segunda mitad del siglo XX se empezaron a desarrollar los sistemas de depuración con nitrificación, encaminados a eliminar el nitrógeno. Además, el amoníaco es uno de los compuestos susceptibles de generar malos olores en las depuradoras, aunque en menor proporción que el ácido sulfhídrico. Finalmente, también se puede hallar presente en el biogás, siendo perjudicial para los motogeneradores.

Por tanto, mientras que en el agua residual se trata de eliminar el nitrógeno para evitar procesos de eutrofización en las cuencas del efluente, al mismo tiempo el amoníaco es directa o indirectamente el origen de la mayoría de los compuestos sintetizados por el hombre que contienen nitrógeno, que son fundamentales para la Humanidad, entre los cuales, podemos encontrar los fertilizantes… y los explosivos.

El 13 de octubre de 1908, el químico alemán Fritz Haber descubre y patenta el proceso para poder obtener nitrógeno de la atmósfera y poder aprovecharlo, ya que era conocido el valor del nitrógeno como nutriente básico de los vegetales. Debido a la magnitud de este descubrimiento, Haber recibiría el premio Nobel de Química en 1918. En la memoria quedarían poco a poco las antiguas formas sólidas de nitrógeno para abonar, entre las que destacó el nitrato de Chile, mucho más escaso.

Sin embargo, gracias al mismo proceso de obtención de amoníaco, éste también es oxidado y se convierte en ácido nítrico (HNO3), que resultó ser uno de los componentes fundamentales de letales explosivos como el nitrato amónico, la nitroglicerina o el trinitrotolueno (T.N.T.). Semejante tecnología no podía pasar desapercibida en una Europa que se vería abocada años después en las dos Guerras Mundiales que asolaron el continente durante el s. XX.

Gracias al descubrimiento de Haber, se entiende cómo Alemania, aislada durante la Primera Guerra Mundial, al producir amoníaco a escala industrial pudo aumentar el rendimiento de sus campos de cultivo para alimentar a su población y al mismo tiempo fabricar armamento (minas, bombas, torpedos, cabezas de misiles) para su maquinaria bélica y munición para su ejército.

De hecho, la armada británica, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, como medida destacada, bloqueó el suministro de nitrato de Chile a Alemania. Se puede constatar de esta forma la importancia capital del descubrimiento de Haber; tanto es así que, en un artículo del New York Times del 3 de febrero de 1920 se reflejaba:

“sin nitratos no hay explosivos, y sin el proceso de Haber es muy dudoso que Alemania hubiera siquiera empezado la Guerra, para la cual se preparó cuidadosamente”.

En consecuencia, cabría pensar que, sin el proceso de Haber, Alemania hubiera contado con un potencial bélico mucho más escaso, y posiblemente este conflicto habría sido más breve. Y se puede incluso pensar más allá, pues quién sabe si, con una guerra más corta y menos catastrófica, las condiciones de la rendición de Alemania hubieran sido menos abusivas y humillantes, y entonces Hitler no hubiera llegado nunca al poder…

Dejando a un lado las cábalas, posteriormente, y a pesar del desarrollo de tecnologías bélicas más avanzadas, el amoníaco siguió presente durante la Segunda Guerra Mundial, no sólo en explosivos sino también como combustible, debido a la escasez de petróleo. Sin embargo, su uso no se extendió, ya que aunque tiene un notable poder calorífico (11,5 MJ/l), éste es una tercera parte del que presenta el combustible diésel.

Aunque la influencia de Haber en la guerra no acabó con el proceso que lleva su nombre, y las aplicaciones derivadas del mismo, y que ampliaré en futuras entradas de este blog, el mundo cambió a partir de este descubrimiento.

"Hoy en día, se estima que cada año el hombre produce industrialmente tanto amoniaco como el que se genera de manera natural en el planeta, y que el 1% de la energía producida por el hombre en el mundo se destina a la producción de este compuesto"

Como muchas tecnologías, tienen un lado oscuro, pero gracias al amoníaco tenemos fertilizantes nitrogenados que han contribuido alimentar al planeta, además de usarse como limpiador, en aplicaciones industriales, como agente microbiano para alimentos, para refrigeración… En definitiva, semejante versatilidad no podía sino estar vinculada a la historia del s.XX de una forma u otra y, por supuesto, en el día a día de cualquier persona que trabaje con aguas residuales.

La región está a la vanguardia en protección terrestre (22,34 %) y marina (14 %), resaltan organizaciones ambientales con motivo del Día de la Tierra que se celebra el 22 de abril. EFE/Archivo




Fuente:
CArolina Flechas Anzola,23 de Abril 2018.Agua, amoníaco y guerra. www.efe.com
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