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Noticias Nacionales - Noviembre 2010

17 de Noviembre de 2010

Tlalicoyunque, El Yunque y el agua: La pesadilla de El Zapotillo

Invitado
Mónica Pérez Taylor

2010-11-17• Dice el secretario de gobierno Fernando Guzmán que los opositores a la presa El Zapotillo quieren imponer “su visión”. No es que sea “nuestra visión”, ni que la queramos imponer. Lo que se impone es el nuevo paradigma científico: la teoría del cambio climático y las consecuencias a enfrentar por el aumento en la temperatura. Se comprende el concepto de desarrollo sustentable y la importancia vital de la conservación de los ecosistemas y se actúa en consecuencia.

No aceptamos la construcción de presas por su capacidad destructiva, porque contradice el paradigma; porque existen otras alternativas para solucionar los problemas del uso del agua que no implican la construcción de presas ni endeudamientos que someten nuestra soberanía y porque estos mega proyectos son río revuelto para la rapiña y embalse para la corrupción y la impunidad de políticos y de empresarios.

En realidad, son el gobierno federal, la Conagua, la CEA y las constructoras interesadas quienes insisten en imponer una visión arcaica, tercermundista, como solución al abasto del agua. No es tan difícil entender que la época de las grandes represas se acabó. El modelo de desarrollo hídrico que imperó el siglo pasado se ha agotado y ha sido sustituido por nuevas tecnologías que primero desmantelan viejas presas para liberar los ríos. Esto, en los países desarrollados. Y democráticos.

¿No está al tanto Fernando Guzmán, que las políticas ambientales impuestas los últimos 20 años en México han llevado a la ruina al sistema hídrico de la nación? ¿Que todo el sistema de presas está colapsado? ¿Que el problema del agua no es la disponibilidad sino su contaminación? ¿Cómo explicar que se pretenda resolver un problema inédito con tecnología obsoleta cuando tenemos tecnología de punta a la mano?

De lo que sí debe estar muy consciente Fernando Guzmán es que relevantes miembros de El Yunque como él mismo, César Coll (CEA), Luege Tamargo (Conagua) y muchos más (El Yunque, la ultraderecha en el poder, Álvaro Delgado, editorial Debolsillo) han sido y son altos funcionarios federales y estatales de la Conagua desde que la creó Salinas de Gortari hace 20 años quien, reforzándola con su engendro privatizador, La Nueva Ley de Aguas Nacionales, la puso en manos de sus cofrades a sabiendas de su naturaleza depredadora y como una más de sus altas traiciones al país.

Es tan intensa la destrucción del medio ambiente en México, que se presenta en muy pocas naciones, que por primera vez el Tribunal Latinoamericano del Agua juzgará a un país por colapso hídrico; por la brutal contaminación, destrucción de ríos y el desplazamiento de poblaciones debido a la construcción de presas. Es inaceptable que quienes nos han llevado a esta crisis, sean los mismos que ahora vengan a proponer las soluciones y que las debamos aceptar sin chistar.

A los defensores de Temacapulín, nos queda claro quienes quieren imponer su visión y su proyecto contra toda razón científica y sentido común. Fernando Guzmán, como integrante de El Yunque presenta un conflicto de interés, pues siendo su responsabilidad mediar en este tipo de conflictos, entre autoridad y ciudadanos, es claro de qué lado está. Repudia el derecho a la manifestación y la descalifica cuando las instituciones le han fallado a la ciudadanía y él ha perdido su capacidad de interlocución o ¿cuándo ha propiciado, siquiera, un acercamiento entre el Ejecutivo y los pobladores afectados por la presa El Zapotillo? ¿Cuándo los ha visitado para afirmar que las viviendas que se construyen, contra la voluntad de los posibles desplazados, en el predio de Tlalicoyunque, de todas las ironías, son “infinitamente mejores” que las suyas? ¿Quién es él para sentenciar que los hogares y las vidas de cientos de familias no valen nada como para hundir sus pueblos bajo toneladas de agua que van a ir a dar a Guanajuato?

Si al señor Fernando Guzmán no le es posible cumplir con su responsabilidad institucional que por lo menos se abstenga de engañar a la opinión pública con su demagogia ya que, evidentemente, es parte interesada. Jamás se ha reunido ni ha escuchado a los afectados e ignora todo por lo que han pasado. No se le puede dejar a su arbitrio, sobre todo por su falta de sensibilidad social, la solución de este conflicto delicadísimo, sólo comparable al conflicto limítrofe con Colima.

Es urgente que los diputados locales, los federales y los senadores reivindiquen su apoyo a estos pueblos de Los Altos, hagan manifiesta, una vez más, su postura contra el proyecto y atiendan el conflicto sentando a las dos partes confrontadas antes de que el gobierno estatal caiga en la tentación autoritaria y utilice la represión de Estado contra los pobladores y su justa causa.

Fuente:
Mónica Pérez Taylor, Tlalicoyunque, El Yunque y el agua: La pesadilla de El Zapotillo. Milenio
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