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Noticias Nacionales - Septiembre 2010

20 de Septiembre de 2010

A su abuela y a él se los llevó el río 

El pueblo está en silencio. El sonido del mechero de la Planta Petroquímica de Matapionche, que nunca se apaga, inunda las calles de este municipio que ha vivido en las últimas 48 horas la tragedia: los vientos y las lluvias torrenciales, el golpe de agua que desbordó a su río con un creciente de más de 30 metros y la muerte

COTAXTLA
A las cinco de la tarde enterraron a Alan. Este pequeño de cuatro años apenas había entrado al jardín de niños. Tenía ilusiones. Esperaba con ansias el 19 de septiembre: quizá habría fiesta, era el cumpleaños de su abuela Pecha. Pero ella murió con él. Karl se los llevó.

El pueblo está en silencio. El sonido del mechero de la Planta Petroquímica de Matapionche, que nunca se apaga, inunda las calles de este municipio que ha vivido en las últimas 48 horas la tragedia: los vientos y las lluvias torrenciales, el golpe de agua que desbordó a su río con un creciente de más de 30 metros y la muerte.
Hace calor. La fila de autos y camionetas para entrar a Cotaxtla parece interminable. No hay hambre ni frío. Los militares han traído apoyo. Hay despensas, colchonetas y cobertores, comida para una semana y un refugio seguro... pero aquí reina la incertidumbre.

El cortejo fúnebre que lleva los cuerpos de Alan Contreras Rodríguez y de su abuela Josefina Crisanto camina lento. Son dos ataúdes. El del niño es blanco de metal, el de la anciana es café de madera... la gente no reza, hay silencio y lágrimas.

Francisco García ayudó a limpiar el cuerpo de doña Pecha. Lo encontraron río abajo, como a 500 metros de la entrada al pueblo, atorado en un poste. A Alan, en la misma entrada del pueblo, clavado en la base de un árbol, desnudo... la gente ya entra al camposanto. Hay una selva que refleja con su sombra.

No se ve al padre de Alan. La búsqueda sigue. No se han encontrado los cuerpos de su hermanita pequeña, de su madre, de una mujer embarazada y de otras siete personas que, desde el techo de un segundo piso a la una de la mañana del sábado, el golpe de agua de Karl los arrastró.

“Como pudimos nos salvamos. Vi a doña Pecha, intentaba nadar a un lado de mí. Ella estaba muy cansada, traté de darle ánimos, pero ella misma me dijo: ‘ya me voy a morir’... después desapareció y la encontramos allá abajo”, dice León, uno de los vecinos de Alan.

Se han abierto dos fosas al fondo del panteón municipal. Ahí colocan los féretros. Primero el de la abuela y luego el del pequeño. Sigue sin haber rezos. Truena un llanto. Y la gente comienza a mojar en agua bendita ramas de limoneras para ponerlas sobre sus muertos. El pueblo está devastado por Karl, por la inundación y por la tristeza.

Nadie sabe si hay más personas que fueron arrastradas por la creciente del río Cotaxtla, sólo saben de siete. Alonso Moreno llegó desde el sábado a ayudar a su hermanita Idalid; lograron salvar la vida, pero comenta: “Me he quedado a apoyarlos, pero no sé si esta tragedia se irá”.

La gente camina por las calles del pueblo con los pies enlodados, hasta la rodilla. Desde la parte alta del lugar se ven decenas de casas que se levantaron a la orilla del Cotaxtla destruidas hasta sus cimientos. Los negocios del principal punto comercial que nutre a la región están destrozados. En la esquina de Monja Alférez está el doctor Noel Susunaga. Muestra su farmacia, los consultorios, las camas de reposo... todo se cubrió con agua y lodo. El olor es insoportable.

Desde la ventana se ve el río que ya bajó, pero enseña la marca del agua... casi cubrió los tres pisos de su edificio.

“Siempre estamos al pendiente. Viendo el río, a la una de la mañana se salió. Bajaba mucha basura, en diez minutos subió diez centímetros, en otros diez ya eran cinco metros. En 20 estaba a la mitad de la farmacia y corrimos.

“Doña Pecha, sus nietos, su hija, su nuera y otros vecinos se subían al techo del segundo piso de sus casas, pero se los llevó el agua. Muchos se quedaron prendidos de los árboles o los postes y a muchos se los llevó. No sabemos cuántos han muerto, sólo encontramos a dos”.

Cotaxtla no está incomunicado; para llegar a ese poblado por tierra, desde el puerto de Veracruz, es necesario realizar un recorrido por más de seis horas.

Comienza a anochecer. A lo lejos se escucha el ladrido de un perro y desde los árboles el ruido de los pájaros.

El rugido del río comienza a apaciguarse. La gente, por el momento, no le tiene miedo, sabe que no crecerá. Ahora sólo les preocupa su futuro. Cotaxtla se llevó a Alan, a su mamá, a su hermana y su abuela...

RAPIÑA. Residentes del fraccionamiento Puente Moreno en el puerto de Veracruz dejaron sus casas por el alza del río; algunos aprovecharon para saquear tiendas (Foto: FERNANDO RAMÍREZ EL UNIVERSAL )

Fuente:
Francisco Reséndiz, 20 de septiembre de 2010, A su abuela y a él se los llevó el río. El Universal
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