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Noticias UNAM - Febrero 2010


8 de febrero de 2010

La humanidad, en riesgo por pérdida de biodiversidad

Hay entre 1.5 y 1.8 millones de especies descritas, aunque el estimado es entre cinco y cien millones; todo el tiempo se descubren nuevas México, uno de los países megadiversos; al mismo tiempo, tiene una de las tasas de transformación de los ecosistemas más altas del mundo.

Biodiversidad, ¿para qué?
La diversidad biológica tiene funciones esenciales: de ahí comemos y de ahí vivimos, sostuvo el director del Instituto de Ecología. La lista de plantas y animales útiles para el hombre es enorme, ejemplo de ello son las abejas, que polinizan las flores de múltiples cultivos.

Un servicio ambiental más es la captura de carbono en bosques y océanos. Los gases de efecto invernadero se emiten naturalmente, pero los humanos hemos elevado su tasa a niveles nunca vistos y, en consecuencia, se ha ocasionado el calentamiento global y el cambio climático. El deterioro de esos ecosistemas aumentará la acumulación del dióxido de carbono y el calentamiento de la Tierra.

Otro ejemplo, consideró, son los manglares que, además de ser un filtro biológico importante, reducen el impacto de los huracanes en las costas y son sitios de reproducción de múltiples especies.

Además de la purificación del aire y el agua, la desintoxicación y descomposición de desechos, estabilización del clima, moderación de inundaciones, sequías, temperaturas extremas y fuerza del viento, la diversidad biológica se relaciona con la generación y renovación de la fertilidad del suelo, incluyendo el ciclo de nutrientes, el control de plagas y enfermedades, y el mantenimiento de los recursos genéticos como insumos clave para las variedades de cultivos y razas de ganado, medicamentos y otros productos.

Causas de la pérdida
La merma de la diversidad biológica se debe a la pérdida de hábitat por cambio de uso de la tierra. Más de la mitad de los 14 biomas terrestres tienen una conversión de entre 20 y 50 por ciento de su superficie total en suelos de cultivo, según la Organización de las Naciones Unidas. A ello se suma la sobreexplotación de la variedad de flora y fauna.

Asimismo, el cambio climático se convertirá en una amenaza cada vez más importante en las próximas décadas; se han observado cambios en fenómenos como patrones de migración y distribución de especies. Las plantas, animales y microorganismos transportados de forma deliberada o accidental a un área fuera de su zona geográfica natural pueden causar grandes daños a los organismos nativos; lo mismo ocurre con los contaminantes de liberación continua de origen urbano y agrícola, los desarrollos costeros sin planificación y la acidificación de los océanos.

Los eventos anteriores de extinción, como el ocurrido hace 245 millones de años, cuando perecieron 90 por ciento de todas las especies marinas y terrestres, incluidos los trilobites; o la de hace 65 millones de años, cuando desaparecieron los dinosaurios, tuvieron causas naturales. Hoy son humanas, y tal ha sido el impacto que hay la propuesta de que la era geológica que vivimos se conozca como “Antropoceno”, comentó.

La era geológica actual podría llamarse Antropoceno (Cuatro Ciénegas).

La utopía del dominio
Dominar a la naturaleza es una utopía absurda, consideró César Domínguez; en realidad significa comprometer nuestro porvenir. Es mejor encontrar un equilibrio entre nuestras necesidades y el funcionamiento adecuado del planeta, actual y futuro; se trata de una situación que va más allá del aspecto romántico de decir “qué bonita es la biodiversidad” o de altruismo: cuidando de ella, nos protegemos nosotros mismos.

La sostenibilidad o desarrollo compatible entre nuestras necesidades y las de las generaciones futuras es difícil de alcanzar. Requiere un cambio radical en la manera de hacer y pensar del mundo entero. Es un problema global que implica superar la visión de corto plazo, como aquellas de los crecimientos a tasas de ocho o nueve por ciento y la que no considera que los recursos del planeta son finitos. Además, disminuir el consumo de energía que, sobre todo en los países desarrollados, ha aumentado a ritmo acelerado en las últimas décadas, con costos ambientales tremendos y aumentos mínimos en la calidad de vida.

En lo individual, se debe pensar en lo que tenemos. Lo que hacemos todos los días tiene un impacto fuerte: usar menos agua, el auto o las bolsas de plástico en los supermercados y la separación de los desechos, entre otras acciones, constituyen un alivio para el entorno.

Papel de la academia
La academia tiene un papel importante; se requiere conocer el capital natural para elaborar planes de manejo y desarrollo, determinar los sitios más importantes de conservación y así participar en la toma de decisiones, políticas ambientales, diseño de reservas y ordenamientos territoriales, donde prevalezca un criterio ambiental.

Para celebrar el Año Internacional de la Biodiversidad, el Instituto de Ecología, entre otras acciones, impulsa el Laboratorio de la Ciencia de la Sostenibilidad. “Queremos colaborar con instancias como la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, el Instituto Nacional de Ecología y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, para responder a cuestiones ambientales concretas, con científicos de la UNAM y externos a ella”, finalizó César Domínguez.

La conservación requiere un cambio radical.

Fuente:
Gaceta Universitaria 8 de febrero de 2010
http://www.dgcs.unam.mx/gacetaweb/historico.html

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