Santo Domingo.- La relación entre el agua y la energía es evidente en cualquier parte del mundo, y en República Dominicana es aún más obvio: se requiere energía para extraer, distribuir y tratar el agua; y se requiere agua para generar energía. El resultado es que cada vez que tenemos crisis energéticas, tenemos crisis hídrica y vice versa... ¿Cuál es la solución?

Es claro que la disponibilidad del recurso hídrico es cada vez menor en embalses y ríos, cada vez es más costoso extraer el agua de las napas subterráneas y requiere una creciente utilización de energía para bombear y distribuir este recurso. Las razones de ello son, por un lado, el uso consuntivo (no reutilizable) e intensivo que se hace de este recurso en el sector energético y exportador; y por otro lado, el impacto del cambio climático sobre la disponibilidad del agua.

A esto, debemos agregar los costos crecientes en la distribución debido a la calcificación interna de las cañerías. Mientras más viejas y llenas de material calcáreo, más energía se requiere para bombear y distribuir el agua. Este problema se agudiza en localidades donde las plantas distribuidoras se encuentran en zonas más bajas que los clientes finales, como es por ejemplo, el caso de Montecristi. 

En muchos lugares existe la percepción de que el agua abunda. Sin embargo, sabemos que en el mundo sólo el 3% es agua dulce y de ese porcentaje, sólo un 4,7 de agua aproximadamente está disponible fácilmente para el ser humano. En Canadá lo llaman “el mito del al abundancia” dado que hasta los canadienses creían que tenían alrededor del 25% de agua dulce.

Cuando se ha abordado la eficiencia energética, no hemos determinamos los altos ahorros que se pueden conseguir a través del buen uso del agua. En Repúbllica Dominicana aún no contamos con datos, sin embargo un estudio publicado recientemente en Canadá, realizado a través de un piloto en la ciudad de Guelph, indica que el recambio de una ducha tradicional por una eficiente de 7,5 litros por minuto equivale al recambio de 5 ampolletas por ampolletas eficientes. Estos resultados no son extrapolables directamente a República Dominicana, sin embargo, en un país con gran potencial para la mejora en el uso del agua, tales datos deben ser considerados en la ecuación.  

El desafío entonces es lograr el desarrollo de políticas y programas que incorporen este nexo irrefutable.

Otra área que va de la mano con la innovación y el desarrollo sustentable, es el tratamiento del agua servida. En nuestro país aún no se ha considerado la opción de utilizar "aguas grises" para algunos artefactos domésticos e industriales, como lavaplatos, inodoros, entre otros. Estas tecnologías se utilizan hace muchos años, pero en República Dominicana generan una gran desconfianza. A este respecto antepongo otra pregunta: tiene sentido utilizar agua potable para un inodoro habiendo escasez de agua y teniendo uno que pagar por este recurso?

Los esfuerzos realizados por los programas Eficiencia Energética en nuestro país -como el exitoso recambio de ampolletas en los sectores vulnerables- y la nueva norma de eficiencia hídrica desarrollada por la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD), en conjunto con una serie de organismos privados y públicos, se verían beneficiados por un trabajo conjunto que lleve a beneficios de alto impacto para las personas y el país.

Por ejemplo, determinar los ahorros energéticos asociados a un menor consumo de agua en los hogares y en el sector exportador; la inclusión de la cogeneración y renovables no hidro-intensivas; promover los proyectos de aguas grises en zonas costeras o donde el agua sea más cara.

En fin, siempre se nos ha hecho difícil poder incorporar miradas integrales a nuestras políticas y programas. Sin embargo, las crisis que hemos enfrentado y que nos esperan en el futuro, las oportunidades de ahorro y las oportunidades de un mayor bienestar para las personas, ameritan el ejercicio por más complejo que nos parezca.