Antes, el mar de Aral era un navegable lago gigantesco (el cuarto más grande del mundo), el motor de la economía de su región. Sin embargo, en los sesenta las autoridades soviéticas desviaron el agua de los dos grandes ríos que lo alimentaban. Empezó a descender su volumen y su superficie. Además, diversas pruebas armamentísticas, proyectos industriales y vertidos de residuos de fertilizantes incrementaron brutalmente su índice de contaminación.
De todo esto, y del cambio climático y social que ha producido en la zona esta desertización habla Aral. El mar perdido, el contundente documental de Isabel Coixet financiado por la Fundación We are water que se puede ver en Roca Madrid Gallery (José Abascal, 57).