Es un anuncio que tiene una importancia histórica. La Gobernación de Potosí informa que utilizará las aguas de los manantiales del Silala en diversos emprendimientos, el primero de ellos un criadero de truchas de dimensiones industriales con instalaciones de lagunas y estanques o piscinas alimentados por el agua dulce de aquella fuente. Que se sepa es la primera vez que Bolivia decide utilizar este yacimiento acuífero en un importante proyecto.

Éste no es sólo un emprendimiento económico, lo que ya sería algo para celebrar, sino que tiene características de soberanía. Primero, porque se utilizará parte del agua que fluye a Chile desde hace un siglo sin que Bolivia reciba ninguna compensación.Y, además, porque en el proyecto piscícola participan las Fuerzas Armadas.

El uso del agua que mana de fuentes subterráneas de nuestro territorio destinada al aprovechamiento boliviano, puede se el comienzo del fin de una injusticia.

Hace más de cien años toda región del Norte chileno puede regar cultivos y dar de beber a poblaciones con este recurso natural. La habilidad diplomática (que puede traducirse como la displicencia de la integración) chilena ha mantenido todo este tiempo un statu quo respecto a estas aguas y los tímidos reclamos de Bolivia. En el gobierno de Michelle Bachelet, cuando se insistió en el reclamo de mar, aquella astucia incorporó en la “famosa” Agenda de 13 puntos, la disputa de las aguas del Silala. Siguiendo su política exterior, -Chile hacía que avanzaba en ciertos puntos de la agenda, pero todo quedaba igual. Con referencia a las aguas, que insólitamente en ese país consideran un río, cuando la prueba está a metros de la frontera, hizo el compromiso de realizar estudios de largos años para determinar lo que salta a la vista.

El proyecto en marcha, como decíamos, puede convertirse en un hito justiciero; pero, ademas, y más allá de lo inmediato y pragmático, puede ser la punta de lanza hacia el camino al mar, a la costa soberana que reclama justamente nuestro país.

Bolivia depende de Chile para gozar de los beneficios del agua salada del mar. Chile depende de Bolivia para saciar la sed de campos y hombres en su zona desértica norteña.

El silogismo no podría ser más claro.