TRES VENDAS, Brasil — Con chaleco salvavidas, Paulo Borges observa desde su bodega el ir y venir de las lanchas que navegan las calles de Tres Vendas, un pueblo de unas 4.000 personas a casi 300 kilómetros de Rio de Janeiro, completamente sumergido tras la ruptura de un dique a raíz de fuertes lluvias.

Los fuertes aguaceros de los últimos días aumentaron el jueves el caudal del río Muriaé y provocaron la ruptura de una carretera elevada que sirve de dique a la ciudad, abriendo un cráter de casi 20 metros por donde entraron las aguas que inundaron en cuestión de horas esta localidad del estado de Rio (sudeste).

"Comenzó todo como a las siete de la mañana (09h00 GMT) y como siempre no dio para salvar todo, todos los años es la misma cosa", cuenta a AFP Borges, luciendo un chaleco salvavidas rojo "porque nunca se sabe".

El silencio se apodera de esta localidad bajo el cielo azul y el sol intenso del viernes, y sólo es interrumpido por el ruido de los motores de las lanchas, que además de movilizar sin costo a sus vecinos, sirven para llevar comida y agua a quienes decidieron permanecer en casa mientras dure la inundación.

Según proyecciones de la Defensa Civil, el pueblo puede quedar inundado durante un mes.

Patrick Ramos, de 17 años, no espera el bote y llega a la carretera caminando con el agua al cuello. "Hay un trayecto en el que no dio para caminar, me tocó nadar", dice mientras exprime la camiseta empapada.

Un pequeño perro quiere seguir el ejemplo y se lanza al agua, pero tras varios intentos infructuosos por nadar hasta la orilla comienza a desesperar. Un hombre lo rescata a tiempo y lo deja tembloroso en la escalera desde donde saltó.

Todos observan casi hipnotizados el denso río marrón apoderándose de todo: el bar, la escuela, la iglesia, todo está cerrado. "Es que el agua lo destruye todo", apunta Junior Mendes, otro poblador, de 26 años.

En el depósito de la bodega de Borges, que se salvó de la inundación, Ducineri Martines y su marido Reinaldo Quintilla se instalaron con los artefactos que lograron sacar a tiempo de su casa "con la ayuda del ejército".

"Me levanté temprano, la noticia corrió rápido, un grito me alertó y comenzamos a sacar las cosas: la heladera, la estufa, el sofá, el televisor y un sofá. ¿Es algo no?", dice sonriente esta ama de casa de 35 años, mientras sirve el almuerzo a Reinaldo (41).

En todo el Estado de Rio de Janeiro las autoridades activaron la alerta máxima por las fuertes lluvias que causaron la evacuación de miles de personas.

La temporada de lluvias en Brasil, que se inició a finales de octubre pero que se intensificó en las últimas semanas, ha dejado al menos ocho muertos y más de 15.000 evacuados en los estados de Rio y de Minas Gerais (sudeste).

Hace exactamente un año, en la región serrana del estado de Rio, las lluvias y deslaves provocaron la muerte de más de mil personas.

En Tres Vendas, las autoridades activaron un operativo para dar abrigo a los miles de evacuados.

"Ya fueron desalojadas 500 familias y estamos haciendo un esfuerzo para sacar a otras 500, confinadas en terrazas y techos de casas, porque el nivel del agua no bajará al menos por 30 días", señaló a la AFP el coronel Moacir Pires, coordinador de las operaciones de Defensa Civil.

"Peor si llueve, cada gota es un riesgo", advierte.

Reselene Martines asegura no haber recibido aún ninguna asistencia del gobierno. Tras la inundación salió del pueblo con su abuelo y tres hijos a casa de una tía en un poblado cercano, dejando a la deriva sus pertenencias.

"No hemos recibido la ayuda, estamos pasamos muchas dificultades", lamenta la joven, mientras espera una lancha para ver en qué condiciones quedó su casa.

"Es que si no fuera porque tenía que cuidar a mi abuelo e hijos me quedaba en el techo de la casa, no salía y así no lo perdíamos todo", explica impotente, con lágrimas en los ojos y su bebé dormido entre brazos.