El último informe de Unicef indica que ya se alcanzó el Objetivo del Milenio en materia de agua potable.

La reducción a la mitad del número de personas sin acceso al agua potable en el mundo, prevista para 2015, se ha logrado en 2010, según el informe publicado este martes por Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una buena noticia.

Pero también se insiste en que el mundo está aún lejos de alcanzar la meta de saneamiento y es improbable que lo haga para el año 2015, según advirtieron estas mismas organizaciones, quienes también aclararon que se requieren enormes esfuerzos para garantizar que las fuentes mejoradas de agua sean y sigan siendo seguras.

Este resultado elogioso implicó un gran esfuerzo, dado que lograr el acceso al agua potable no podía ser una quimera sino una herramienta de vital importancia para mejorar las vidas de millones de las personas más pobres.

En Entre Ríos, una provincia cuyo nombre remite al agua, se tienen más de 7.500 cursos de agua dulce superficiales sin necesidad de depender de la lluvia. Sin embargo, de vez en cuando (como en la actualidad) el gobernante de turno debe recurrir a un decreto para establecer la emergencia agropecuaria por sequía, cuando no por inundación.

Es como si la abundancia llevara al desprecio. Con el agua dulce todo el mundo hace lo que quiere: el sector turístico con sus playas y termas; los productores agropecuarios envenenando cursos de agua con agrotóxicos y perjudicando la humedad de los suelos con el desmonte nativo, entre otros males; la industria en cualquiera de sus rubros; los ciudadanos que no tienen una cultura valorativa sobre el cuidado del agua potable y favorecen el derroche, y un largo etcétera.

El Ejecutivo Provincial anunció a principio de este año que iba a jerarquizar la administración y el cuidado de este recurso creando la Secretaría del Agua y un Instituto integrado por universitarios, técnicos de distintas disciplinas, grupos ambientalistas y un gran abanico de participación ciudadana. La idea es impecable, necesaria… pero desde entonces no se supo más nada que ese anuncio.

Es importante que las comunidades, especialmente las ribereñas, cuiden el recurso natural del agua dulce y que el Estado acompañe con ejemplos e iniciativas, con incentivos y aportes y que todos asuman la responsabilidad de darle sustentabilidad para las actuales y futuras generaciones.

El riego colectivo, tal como se hace en la zona de Cuyo (donde la escasez llevó a una valoración) es también un aspecto a desarrollar. Es cierto que hay experiencias incipientes o pilotos en la zona norte de la provincia y otra más que se está haciendo en la zona de chacras con producciones citrícolas.

Pero es necesario expandirlas a todos los surcos y para ello se requiere gestionar nada menos que los acueductos.

El informe de Unicef y de la Organización Mundial de la Salud con respecto a los Objetivos del Milenio invita a tener esperanzas, dado que se logró acceder a una de las metas más difíciles de cristalizar, aunque sea algo elemental como el acceso al agua dulce potable y sana. Para que en la provincia el agua dulce no se siga deteriorando, es imperioso que este recurso deje de ser aprovechado como si fuera tierra de nadie.

Avanzar desde el Estado es el paso que se necesita, de otro modo no habrá previsibilidad más allá de su abundancia.