México, DF. La Asamblea Nacional de Afectados Ambientales aseguró que las lluvias que se presentan actualmente pueden aliviar un poco la situación de la sequía en el norte del país, pero mientras no se detenga la deforestación y se modifiquen sustancialmente los patrones de sobrexplotación de los acuíferos subterráneos, la sequía se puede agravar.

De acuerdo con una investigación realizada por la Universidad Nacional Autónoma de México, dos millones de hectáreas se han visto dañadas y más de 200 mil cabezas de ganado han muerto por falta de alimento y de agua. Aunque las lluvias se han comenzado a presentar, la vida de los agricultores y ganaderos no han regresado a la normalidad. Muchos perdieron su patrimonio. Y por si fuera poco, tuvieron que dedicarse a otra cosa para poder dar sustento a su familia.

Durante estos meses la Secretaría de Desarrollo Social implementó el programa “Trabajo Temporal” en el cual campesinos tuvieron que dedicarse a la pesca, fumigación, pintura y demás actividades para mejorar su población o los campos. Sin embargo, en muchos estados el programa ha terminado.

Hasta el momento no existen datos oficiales sobre el número de personas que cambiaron su actividad económica debido a la sequía, ni tampoco se sabe el número de personas que migraron a las grandes ciudades en búsqueda de mayor suerte.

Algunos campesinos que no participaron –o no tuvieron oportunidad de participar– en el programa de “Empleo Temporal” decidieron migrar y mantenerse en el comercio informal. Otros tantos se emplearon en el tallado de Ixtle o Lechuguilla. A esta planta se le tiene que sacar la fibra para poder vender el kilo en 10 o 12 pesos.

En otros casos, vender cera de la planta Candelilla ha socorrido a algunas familias. Pero la falta de lluvias provocó que estas plantas escasearan. “No hay plantación de lechuguilla para tallar, ni candelilla. La sequedad ha acabado con lo poco que había y por eso no tenemos trabajo, no hay dinero y no hay para traer comida. Todos estamos en una situación difícil”, expresó a Vanguardia Juan Reyna, productor de Ixtle y Candelilla de la comunidad El Pilar de Richardson.

“Ya nos andamos robando plantas de ejidos que están como a 40 kilómetros, el hambre está tan canija, la necesidad es mucha, tenemos que recurrir a otros lados para traer algo de plantas y hacer una pequeña producción de Ixtle o Cerote. De ahí, de lo poco que vendemos, porque hasta eso no hay mucha venta, apenas sacamos para comprar frijol o maíz”, manifestó Reyna.

El hambre, la sed y la falta de oportunidades ha orillado a que muchas personas busquen desesperadamente salidas como la cacería y el consumo de animales como ratas, vivoras, liebres. Por otra parte, el ganado, el poco ganado que pudo sobrevivir se ha tenido que alimentar a base de nopales, fibras secas y hojarasca de maíz la cual muchos ganaderos dicen que en otras décadas eso era considerado como “basura o desperdicio”.

Los más de dos años sin lluvias originaron un problema que han denunciado gobiernos municipales y que los medios de comunicación han documentado, y es la incursión de agricultores al crimen organizado. La Coordinadora Estatal de la Tarahumara denunció en 2011 que por la pérdida de cultivos a causa de la sequía, el 20 por ciento de los campesinos chihuahuenses comenzaron a rentar sus parcelas a organizaciones delictivas para sembrar mariguana y amapola.

El organismo explicó que lo hacen a sabiendas del riesgo, pero argumentan que no les queda de otra, pues tienen familias que mantener.

Según expertos, la crisis que ha dejado la falta de lluvias no sólo afectó al ámbito productivo económico del país, sino también otras áreas como: social, cultural y de salud. Para reparar los daños llevará tiempo, aseguran.