Semanas atrás, a orillas del lago Titicaca, en el lado de Perú, aparecieron cerca de dos toneladas de peces muertos. Como es de suponer, esta terrible mortandad se debió al elevado nivel de contaminación que persiste en la bahía de Puno, pues el 80% de las aguas residuales de esa ciudad con cerca de un millón de habitantes se vierten directamente al lago, sin recibir un adecuado tratamiento. Un reciente estudio de la Universidad Nacional del Altiplano del Perú advierte sobre la necesidad de construir plantas de tratamiento de aguas residuales y de implementar un monitoreo permanente del lago. De lo contrario, es muy probable que este fenómeno no sólo se repita, sino que incluso puede expandirse, como consecuencia del deterioro ambiental.
Lo propio ocurre en el lado boliviano del lago, que enfrenta una severa contaminación también por el desecho de residuos domésticos e industriales sin tratamiento, que provienen de la ciudad de El Alto y de los otros centros aledaños (Viacha, Laja y Pucarani). Al igual que en Puno, urge la construcción de plantas de tratamiento en éstos y otros municipios del país, así como un monitoreo permanente del manejo y la protección de las fuentes de agua. De lo contrario, seguiremos embargando la salud y el bienestar de las futuras generaciones.