Escobedo.- En Escobedo huele mal, sobre todo a la orilla del río Pesquería, donde los vecinos soportan la peste que despiden los cientos de peces muertos, que se acumulan, al igual que la basura, en las orillas.
Lo que hace muchos años era un paseo familiar durante la Semana Santa, hoy luce con llantas viejas, basura y los peces pestilentes que atraen a las moscas.
Los peces mueren por la contaminación del agua y despiden olores fétidos, los cuales se acentúan en las mañanas y tardes, sin que alguna autoridad los retire.
Están ahí, siguen acumulándose, y mientras, los vecinos conviven con ese foco de infección.
Leticia González, de 60 años, asegura que toda su vida ha vivido en Escobedo, donde ha visto con tristeza cómo el río Pesquería se ha deteriorado.
“Era bonito… nuestros animales venían a tomar agua aquí, los traíamos en la mañana y en la tarde a tomar agua y ahora ya no.
“Sí es triste, porque pues antes todos venían en Semana Santa, todo esto se llenaba de gente, uno venía a acampar al río, y ahora, ¿pues dónde?”, dijo, mientras observaba el agua verde y espumosa.
Ella, al igual que los que viven en las márgenes del río, cruza el lecho con puentes improvisados, hechos con llantas y tablas que son arrojadas como basura.
Con trabajo, a su edad, logra bajar una rampa hecha de concreto, y como si se tratara de una carrera de obstáculos, trata de no caer al agua sucia.
Otro vecino, don Raúl Rámos Escalante, de 87 años, quien comparte su humilde vivienda con su esposa, relató cómo cada año es la misma situación de olores fétidos y peces muertos.
“Cada que quiere llover tiran agua en Caliza, en la fábrica y viene el espumarajo, haga de cuenta que es puro jabón.
“Y los animalitos que hay aquí, pues están muertos. Nosotros no pescamos por lo mismo, la mera verdad tenemos recelo”, dijo.
A pesar de la difícil situación económica que atraviesa con su mujer convaleciente por una operación en la columna, no se atreve a comer pescado de las aguas del contaminado río.
Mientras tanto, los niños se divierten, juegan a no caer, saltan y mantienen el equilibrio de una piedra a otra, mientras se asombran de ver a los peces amontados que son rodeados por las moscas.