CIUDAD DE MÉXICO.- El cuidado, protección y buen uso de las áreas de suelo de conservación donde se recarga el agua de manera natural en la Ciudad de México, conocidas como bosques de agua, debe ser la prioridad de autoridades, académicos y la población capitalina, de lo contrario el desabasto del recurso será inminente, con las consecuencias que esto implica, consideró Jurgen Hoth, de la organización Conservación Internacional.
Explicó que 70 por ciento del terreno que une al DF, Estado de México y Morelos está dividido en 21 áreas naturales protegidas, las cuales requieren de políticas integrales.
“Son 21 áreas naturales que aunque están en papel no es suficiente su protección. Hay ánimo en las comunidades que las habitan para protegerlas, pero hace falta apoyo”, indicó.
Por el momento, dijo, sólo una tercera parte de las comunidades cuentan con planes de manejo, pero todas lo requieren; necesitan un ordenamiento a nivel metropolitano que le dé sentido a lo que se hace en cada zona y no sean decisiones aisladas o hasta contraproducentes.
“Queramos o no, el aire es compartido, la fauna es compartida, la vegetación es compartida y toda ella forma una esponja que absorbe el agua, por lo que se debe crear una entidad en la que esté representada la sociedad y los gobiernos”, comentó en el marco del seminario “Bosque de Agua para la Ciudad de México, la importancia de su implementación”, el cual organizó la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT), junto con el Instituto de Biología de la UNAM.
Dijo también que en las zonas urbanas se requiere informar y concientizar sobre lo que implica la captación de agua, su infiltración al subsuelo a través de los llamados bosques de agua y entender que cuesta mucho obtenerla, como para que se desperdicie tan fácil y en tal cantidad.
Por su parte, el titular de la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial, Miguel Ángel Cancino, reconoció que el ordenamiento ecológico en el DF requiere de una revisión ya que, en el caso de las áreas de conservación, las condiciones han cambiado en los últimos años y tanto la necesidad de servicios como la expansión de la mancha urbana las han ido amenazando, sin que existan los instrumentos jurídicos suficientes para evitarlo.
“El índice de pérdida de suelo de conservación por transformación del bosque en área agrícola o para la ganadería es de 250 hectáreas al año; hace 20 años era de 500 o 600 hectáreas, ahora va a la baja, pero todavía es importante y hay que buscar los mecanismos para revertir ese tipo de tendencias”, señaló.
Consideró que de la mano con la Secretaría de Medio Ambiente, la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades, la Comisión de Recursos Naturales (Corena), las cuales aportan recursos a las comunidades y propietarios de zonas catalogadas como suelo de conservación, se puede replantear la visión del bosque de agua y garantizar su cuidado.
“La transformación del uso de suelo y pérdida de suelo está poniendo en riesgo las zonas de recarga. Se tiene que caminar hacia una política metropolitana que determine específicamente qué podemos hacer en nuestro valle para mantener los servicios ambientales que nos prestan estas áreas que además del agua, está la captura de carbono, los espacios para el hábitat de flora y fauna, etc.”, apuntó.
Por su parte, Julia Carabias, experta en medio ambiente e investigadora de la Facultad de Ciencias de la UNAM, advirtió que el cambio en el uso de suelo es una de las principales causas por las que el suelo de conservación ha ido perdiendo dimensión, aunado a una extracción excesiva.
