Valle de Abdalajís existe. Posiblemente se encuentre entre los pueblos más desconocidos y peor comunicados de la provincia de Málaga, cuando paradógicamente está a 60 kilómetros de un aeropuerto internacional y a 20 de Antequera, centro geográfico de Andalucía. De hecho con sus cerca de 3.000 habitantes ha salido poco o nada en los últimos años en prensa salvo por el caso del agua. Su caso. Pero existe, Valle de Abdalajís existe. Y no es un pueblo nuevo pues los paisanos cuentan que hasta tiene un santuario íbero y un camino romano, que no fue peor que el actual, dicen.

Valle de Abdalajís es tan secundario para algunos que ni siquiera consiguió colarse en las fotos y noticias sobre el Caminito del Rey, la atracción turística de moda en el interior. Eso pese a que como pueblo es el que está más cerca de esta pasarela colgante del Valle del Guadalhorce. La popularidad en la repercusión mediática de esta infraestructura se la llevó Ardales o Álora.

Al margen de todo esto, tiene la triste marca de llevar diez años sin el agua corriente asegurada. Su historia es tan increíble como insufrible para los vallesteros, sus vecinos. Los pacientes, a la vez que beligerantes lugareños de este pueblo de la comarca de Antequera se han manifestado de todas las formas posibles para que les devolvieran la normalidad a los grifos de sus casas, tras la rotura de la balsa de agua -La Madre, la llamaban ellos- por ADIF (Administradora de Infraestrcuturas Inmobiliarias) en las obras para el AVE, un 24 de marzo de 2005. Hace ya diez años, nada más y nada menos.

Desde entonces la normalidad no ha regresado del todo a Valle de Abdalajís.

Un pueblo que ya no sueña con ser reclamo turístico de interior porque, en este tiempo, no ha podido asegurar el agua a sus vecinos ni a sus turistas. Los ha puesto a veces a recoger agua de una cuba si se agotaban las nuevas reservas municipales cuando antes tenía un surtidor de decenas de litros por segundo asegurado.

Un surtidor que fue perforado por una tuneladora de la obras del tren de alta velocidad y cuyo accidente sentó en el banquillo a un responsable de ADIF, sin mayor repercusión penal salvo los compromisos adquiridos en 2007 como consecuencia de la rotura del acuífero y que sólo dejó la opción a los vecinos de usar el acuífero 'reventado' para riego, pues las aguas quedaron mezcladas para siempre con sulfato de trietilo, un compuesto usado en la impermeabilización del túnel.

Tras quejas vecinales el acuerdo con ADIF estableció la construcción por parte de este organismo, que depende de Fomento, del sondeo,la bomba y la conducción de agua desde otro acuífero, conocido por el de los Pozos Altos, un proyecto valorado en más de dos millones de euros y del que ya están hechos los sondeos y un estudio de su impacto en la Red Natura 2000.

Pese a ello, la noticia del agua corriente asegurada se resiste a llegar tanto tiempo después. Pese a las promesas periódicas de reactivación del proyecto. La última noticia es que ahora falta el visto bueno medioambiental de la Junta de Andalucía, ya que la nueva conducción atraviesa un paraje natural.

Mientras tanto la compañía constructora ha vuelto a asegurar un año más la contratación de cubas de agua de cara al verano por medio de otra empresa: Tragsa. Una escasez de líquido que los más pesimistas calculan que llegará en poco más de un mes, con las pocas lluvias que ha habido este invierno y cuando los pozos públicos que habilitó el ayuntamiento se sequen hasta nuevas precipitaciones.

Su alcalde, Víctor Castillo (PP) llegó a encabezar una huelga de hambre para que las administraciones le echaran cuentas sobre este asunto en 2013, tras pagar de las arcas municipales 380.000 euros en cubas. «Confío en que esto se pueda aprobar pronto. Tampoco hemos recibido el dinero que nos costaron aquellas cubas y ya es demasiado tiempo. Aunque parece que ahora está muy cerca el fin», manifiesta.

Sin ser nada optimista y más batallador, Pepe Romero, de la plataforma Pro-Manantiales, reitera que la historia clama al cielo y ya están cansados de promesas incumplidas. «Estamos temiéndole a que pase un mes y empecemos con las cubas. La presión ha fallado en las casas y bares. Los emigrantes que vuelven en verano se van».

Romero dice que poco ha cambiado en todo este tiempo: «Ahora tienen parada la nueva conducción estando a 80 centímetros bajo el suelo, junto a un camino...», recela, «la próxima vez habrá que irse a protestar a Madrid a la misma sede de Adif», avisa.