Las negociaciones de la Conferencia Internacional del Clima (COP-21) –que tendrán lugar en diciembre, en París– no contemplan el problema del agua, un recurso esencial fuertemente impactado por el cambio climático. Los negociadores reunidos en la penúltima rueda de negociaciones previas al evento, en Bonn, Alemania, a comienzos de este mes, a menos de 100 días de la conferencia, siguieron ignorando el asunto. Simplemente no aparece en ningún documento preliminar de la conferencia.
A pesar de esto, la situación del agua es uno de los principales indicadores sobre los efectos del cambio climático. Por causa del aumento de la temperatura promedio global, hasta fin de siglo, las fuentes renovables en la superficie y los recursos hídricos subterráneos disminuirán considerablemente en las regiones secas subtropicales.
La previsión es que haya sequías cada vez más frecuentes, inundaciones y alteraciones de los calendarios pluviométricos en general, provocando riesgos para la salud y la seguridad alimentaria, además de importantes tensiones geopolíticas. Este escenario es detallado en el Informe del Panel Intergubernamental de Cambios Climáticos (IPCC), lanzado el año pasado.
Además, en escala planetaria, el mundo enfrenta alteraciones de ecosistemas esenciales para el ciclo del agua, como el derretimiento de las glaciares, la salificación de manantiales (resultante del aumento del nivel del mar) y la acidificación de los océanos. El desafío aumenta, considerando que, hasta 2050, la demanda de agua crecerá un 55%, empujada por los usos agrícolas, el crecimiento de la población y por la producción de energía, como se explica en el informe "Agua para un mundo sustentable”, difundido por agencias de las Naciones Unidas este año.
"El agua es el denominador común de todos los aspectos del cambio climático. Cambio climático es cambio hídrico”, resaltó Torgny Holmgre, director ejecutivo del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI, por su sigla en inglés), durante la Semana Internacional del Agua, realizada en Estocolmo, Suecia, hace 20 días.
Los especialistas que participaron en el evento insistieron en la necesidad de insertar el tema del agua en los procesos de negociación relacionados con el financiamiento climático, –principalmente, el Fondo Verde; los Planes de Adaptación Nacionales; las Contribuciones Nacionalmente Determinadas Pretendidas (INDC, por su sigla en inglés). La idea es que la inclusión del asunto en esos mecanismos haría de la gestión de los recursos hídricos parte esencial de las acciones de mitigación y de adaptación a los cambios climáticos.
Amazonia en foco
Brasil es el país más rico en fuentes de agua dulce no congelada. Sólo la cuenca Amazónica contiene el 20% del recurso. Científicos creen que la disminución de las precipitaciones en el sudeste del país puede ser el resultado de las alteraciones climáticas producidas por la deforestación de la Amazonia. La Floresta Amazónica libera en la atmósfera, cada día, 20 millones de toneladas de agua, que son transportadas por los vientos alisios hasta el sudeste, mediante los llamados "ríos voladores”, con un volumen hídrico mayor que el del propio Río Amazonas (lea más).
La protección de las florestas y la gobernanza hídrica son objetivos importantes para garantizar la seguridad hídrica del planeta, según destacan las Naciones Unidas en el último informe sobre Sustentabilidad Hídrica.
Cambio climático, estrés hídrico y alimentación
Los especialistas que participaron en el encuentro de Estocolmo reforzaron que los fenómenos climáticos extremos ya están impactando las cosechas de numerosas culturas agrícolas. "Cerca del 90% de la agricultura del planeta depende del agua de lluvia”, afirmó Malin Falkenmark, investigadora del SIWI.
Un ejemplo es el maíz, que será uno de los productos más afectados por el cambio climático. De acuerdo con las estimaciones del Grupo de Investigación de Agricultura Internacional, la producción de ese cultivo podrá tener una reducción del 25% para 2055. En Brasil, hasta 2020 la producción de soja puede disminuir un 24% y el trigo, un 41%, según el World Resources Institute.
En el contexto de los cambios climáticos, los actuales patrones de uso de agua para la agropecuaria son cada vez más insustentables. Para la producción de un kilo de carne bovina, por ejemplo, son necesarios actualmente 15 mil litros de agua, según la Red de la Pegada Hídrica, al mismo tiempo que muchas regiones del planeta, principalmente Asia y África Subsahariana, enfrentan situaciones de alto estrés hídrico. Una región o población enfrenta estrés hídrico cuando la demanda supera la cantidad de agua disponible. En consecuencia, se vuelven urgentes los compromisos de eficiencia y de reducción del uso del agua en los procesos productivos como medidas esenciales de adaptación al cambio climático (lea más).
El agua en los Objetivos del Desarrollo Sustentable
El acceso al agua limpia y segura es un derecho humano esencial para la vida, según una resolución de las Naciones Unidas aprobada en julio de 2010. La seguridad de provisión de agua, de saneamiento para todos y de gestión sustentable del recurso constituye uno de los Objetivos de Desarrollo Sustentable hasta 2030 – que deben ser aprobados en septiembre en la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York.
Como resultado de los esfuerzos de cada país para alcanzar la meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) hasta 2015, más de 2,3 mil millones de personas en el mundo lograron el acceso a fuentes seguras de agua desde 1990, según el informe de metas alcanzadas en el decenio del agua de las Naciones Unidas (2005-2015).
Sin embargo, existen 1.600 millones de personas que viven en países y regiones que tienen una escasez de agua absoluta y se estima que ese número pueda crecer hasta 2,8 mil millones en 2025, según el Banco Mundial.
