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Noticias Internacionales - Marzo 2016


31 de marzo de 2016

En Nicaragua, el agua es cosa de mujeres

AECID

Tras el reconocimiento internacional en la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2010 del derecho humano al agua como condición esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos, las mujeres del Corredor Seco de Nicaragua siguen luchando por tener agua potable. Y es que "el agua es cosa de mujeres", así lo establece la costumbre y la costumbre se vuelve ley.

Con Iniciativa PARAGUA viajamos por los departamentos de Chinandega y León de Nicaragua. Varias mujeres lideresas y usuarias de los Comités de Agua Potable y Saneamiento (CAPS) nos mostraron cómo las brechas de género se manifiestan en el acceso, uso y control del agua, cómo esto incide en sus vidas y cómo, con su lucha, van abriendo las puertas al cambio.

El Corredor Seco de Nicaragua tiene sed. Allí se habla de que la sequía del último inviernoha sido una de las peores en las últimas décadas. En un escenario cada vez más vulnerable a los efectos del cambio climático, la gente necesita organizarse para tener agua. Los Comités de Agua Potable y Saneamiento (CAPS) son la vía que permite construir, administrar y operar los sistemas de agua potable en el entorno rural.

La Iniciativa PARAGUA es un programa financiado por la Cooperación Española. Agrupa a organizaciones españolas y nicaragüenses que con su esfuerzo coordinado contribuyen a hacer efectivo el derecho humano al agua y al saneamiento en las zonas rurales de Nicaragua.

Estas organizaciones identifican tres tipos de barreras por motivos de género en la gestión comunitaria del agua: en el ámbito de la cultura, el ámbito del trabajo y el ámbito del poder. Las mujeres, a través de su implicación en los CAPS, están logrando reducir estas brechas, que las someten a condiciones de pobreza, exclusión y violencia.

La brecha de género en la cultura sobre el agua

El modo de relacionarse con el agua es diferente para mujeres y hombres. En la cultura nicaragüense está fuertemente arraigada la creencia de que las labores domésticas y el cuidado de la familia son obligación de las mujeres. Como consecuencia, la provisión del agua en los hogares es su responsabilidad. Y por tanto, su escasez las afecta a ellas con especial intensidad.

Ellas proveen el agua y ellos hacen uso de ella

Antes de tener agua potable en las casas, las mujeres invertían mucho tiempo en caminar largas distancias para transportar agua desde la quebrada o pozo más cercanos. Para ello se levantaban todavía de noche. De tanto cargar peso sufrían dolores de espalda y de cabeza.

Zenayda, tesorera del CAPS de El Capulín en el municipio de El Viejo (Chinandega), manifiesta que “Los hombres no van a jalar agua porque les da pena, dicen que es un oficio de mujeres. La gente empieza a murmurar diciendo que la mujer le manda, que él va a jalar agua mientras ella se queda en la casa de vaga”.

El mandato socialmente aceptado de que corresponde a las mujeres el trabajo de carácter reproductivo (relacionado con el cuidado y bienestar de la familia) lleva a interpretar queson ellas las que gastan el agua. Por ello, a menudo se ven obligadas a asumir el pago de la tarifa una vez el sistema está funcionando. Sin embargo, si los hombres necesitan transportar agua para las labores de carácter productivo se considera legítimo buscar carretones o pagar por su acarreo.

Conversando con una de las integrantes del CAPS de Potosí, afirma: “Cuando nos hablaron del proyecto él, no quería que trajeran el agua a casa, decía que si yo iba a gastarla, que viera cómo resolver, que anduviera a jalarla. Yo decidí que buscaría donde fuera para pagar. A veces, cuando no tenía dinero, vendía el maíz a escondidas”.

Cuidando cada gota

Las mujeres entrevistadas para este reportaje saben lo que significa vivir sin agua. Cuando es escasa, los usos más afectados son las labores domésticas, seguidas del cuido personal y de la familia. Ambos aspectos recaen en manos de las mujeres. Por este motivo, la ahorran. Así, por ejemplo, cuando la vivienda tiene medidor, son ellas las que están monitoreando el gasto y su impacto en la economía familiar. Aunque tengan agua en casa, si hay escasez siguen yendo al río a bañarse y a lavar la ropa.

“Yo intento arreglármelas con dos panitas. Pero él llega y se pone a regar chorros de agua. A los hombres les encanta regar para estar fresquitos donde se acuestan en la hamaca. Pero yo le paro y le digo que hay que ahorrar”, comenta Janet, vocal del CAPS de Salinas Grandes, en León. Dicha conciencia hace, además, que estén más atentas al cuidado del sistema. Se han dado cuenta de que, si el uso es muy continuado, la bomba se recalienta.

Ellas tratan asuntos importantes

Existe una norma no escrita que impone que el ámbito público está reservado a los hombres. A pesar de ello, la presencia femenina en las asambleas del CAPS es frecuente, ya que, a fin de cuentas “el agua es cosa de mujeres”. Pero estos espacios no son considerados socialmente con el mismo valor que aquellos donde los hombres tienen mayor visibilidad y liderazgo.

Existe una presunción de que las mujeres tienen menos capacidad que los hombres para abordar asuntos importantes para la comunidad y para tomar decisiones de manera autónoma. “Su esposo le decía que iba a las reuniones a hablar sólo tonteras. A que la hicieran pagar más’”, recordaba una de las entrevistadas.

Esta es la razón por la que asistir a las reuniones conlleve a menudo una importante presión social hacia las mujeres, al cuestionarse el valor de su aportación en la gestión de los sistemas de agua potable. Según señala Marisela, integrante del CAPS de Vado Ancho en Chinandega, “nos dicen que somos vagas, que si no tenemos qué hacer en la casa”.

Por otro lado, muchas mujeres deben vencer resistencias en el seno familiar, principalmente los esposos, a la hora de participar en las reuniones. Quizás por ello, la mayoría de las lideresas entrevistadas para este reportaje están solas.

Estas lideresas, gracias al acompañamiento y la formación que han recibido de Iniciativa PARAGUA, van logrando vencer resistencias a través de la reivindicación de sus derechos y de la negociación. “Mi esposo me decía que era vaga, que me había buscado para atenderle a él, no para atender al pueblo. Ahora me dice: ‘Ve a la reunión, que yo hago las cosas’”, indica satisfecha Janet, vocal del CAPS de Salinas Grandes.

En la gestión del agua hay violencia de género

En la zona seca de Nicaragua hay violencia contra las mujeres, ellas lo dicen. Esto también tiene su expresión en la gestión comunitaria del agua. El trayecto que deben recorrer las mujeres a horas muy tempranas puede implicar riesgos para ellas. Según recuerda Thelma, vocal del CAPS de Potosí en el municipio de El Viejo , “antes caminábamos largo, todavía oscuro, para ir a lavar al río. A veces me daba miedo, siempre hay bolos que te pueden asustar”.

Y es que la violencia es también un obstáculo importante para la participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones. “Para ir a las reuniones el esposo tiene que darles permiso. Mi vecina llegó un día a una asamblea y cuando regresó a su casa en la noche el esposo la dejó durmiendo en la calle”, revela Yahaira.

Precisamente por ello, las lideresas entrevistadas aprovechan los espacios públicos para denunciar y promover otros modelos de comportamiento. “Invitamos a las personas a reuniones y visitamos casa a casa. Decimos a los hombres que no pueden maltratar a su esposa. Ahora con la ley 779 ellos se controlan más, tienen miedo de ir presos”, señala Telma.

La brecha de género en el ámbito del trabajo de construcción, operación y mantenimiento del sistema

La división sexual del trabajo es muy marcada en la gestión de los sistemas de agua potable: los roles de carácter voluntario en el CAPS son asumidos por mujeres mientras que las funciones que implican un control sobre el servicio y/o una remuneración económica suelen estar en manos de los hombres.

Iniciativa PARAGUA promueve un enfoque innovador en torno a la participación de las mujeres en la gestión comunitaria del agua: “Hemos cambiado la visión sobre qué tipo de participación de las mujeres queremos promover: una participación que les acarree más control del recurso y mayor acceso a lo técnico…”.

 “Hemos cambiado la visión sobre qué tipo de participación de las mujeres queremos promover: una participación que les acarree más control del recurso y mayor acceso a lo técnico…”

Yo, si me enseñan, voy

Los puestos relacionados con la operación y el mantenimiento del sistema, por los que se percibe un salario, son ejercidos por hombres. Socialmente se asume que les corresponde por derecho y que están cualificados de manera natural para su desempeño. Marisela, responsable de operación y mantenimiento del sistema de agua potable en Vado Ancho en Chinandega, nos cuenta su experiencia: “Cuando a mí me propusieron como bombera la gente decía que para qué iba a ser bombera si no sabía nada, que sólo servimos para ama de casa. Decían que le había quitado el trabajo a un hombre. Pero yo les decía: ‘Yo, si me enseñan, voy’.”

Pese a que existen avances importantes, en general los hombres siguen teniendo el control sobre el sistema y sobre sus tiempos de funcionamiento, lo que marca los horarios de las mujeres como principales usuarias del servicio. Según Lucía, presidenta del CAPS de Salinas Grandes, “Nos ven mujeres y nos quieren engañar. Antes cada dos años teníamos que comprar una bomba, el técnico nos engañaba, la reparaba mal. Ahora hemos aprendido y ya sabemos que es mentira”.

a construcción del sistema de agua potable requiere de una implicación fuerte de parte de la comunidad. A menudo las mujeres se involucran en las obras, “como cualquier hombre”, recalca Aura, usuaria del sistema de agua potable de El Capulín, en Chinandega. Incluso llegan a ser jefas de cuadrilla. Otras veces se encargan de preparar la alimentación para las personas que cavan las zanjas.

A pesar de esto, el aporte de las mujeres en la construcción de los sistemas no se valora en la misma medida que el de los hombres, ni social ni económicamente. Se considera únicamente un apoyo a la labor de estos. Zenayda evoca el tiempo en que fue jefa de cuadrilla. “Cuando a mí me eligieron jefa de cuadrilla me sentí orgullosa. Pero mi papá me regañaba, me decía: ‘¿Qué andas buscando, que te peguen tu buena azareada?”.

La relación de las mujeres con el dinero

En las funciones que implican manejar dinero las mujeres sienten particular presión y por esta razón las desempeñan con especial responsabilidad y el temor a ser cuestionadas. “Cuando asumí el cargo de tesorera tenía miedo de manejar tanto dinero, porque no era mío. Por si la gente decía que estaba ahí para robar. Pero ahora ya no, una sabe que hace un trabajo limpio”, expresa Jamileth, tesorera del CAPS de Comunidades Unidas.

Las barreras más difíciles de romper son aquellas ancladas en la subjetividad de las mujeres. Pese a que esto se va superando poco a poco, ellas todavía tienen dificultades a la hora de aceptar una retribución por su trabajo, ya sea en el ámbito reproductivo en sus propios hogares, en el ámbito productivo cuando se involucran en actividades que económicamente controlan sus esposos o en el ámbito comunitario. Consideran que es su responsabilidad y sienten que no es ético cobrar por ello. María Magdalena todavía se acuerda del momento en que recibió su primer salario del CAPS de Salinas Grandes: “Cuando me dieron mi primera ayuda por mi trabajo de bombera sentí mucho orgullo. Me dijeron que yo no tenía que pagar el agua. Pero yo la pago, porque creo que, si soy bombera, tengo que dar ejemplo a mi comunidad”.

La brecha de género en la participación y el acceso al poder

Si bien las mujeres son las que más participan en las asambleas, en las Juntas Directivas de los CAPS los cargos con mayor proyección pública y mayor peso en la toma de decisiones suelen ser asumidos por hombres. Los cargos considerados como de apoyo a la autoridad recaen en manos de las mujeres.

Varios son los factores que, según las mujeres entrevistadas, condicionan la participación femenina en las Juntas Directivas. La falta de tiempo es uno de ellos, especialmente cuando tienen hijas o hijos. Otro, el principal, es el temor: a no ser capaces, a la presión social y al esposo.

Las mujeres se integran en la Junta Directiva del CAPS como una oportunidad de aprender y de hacer un bien a su comunidad. Esto supone para ellas un fuerte compromiso y la necesidad de superar grandes retos. “A mí me temblaba el cuerpo cuando tenía que hablar delante de la asamblea, no lo quería hacer. Pero ahora siento que puedo. Yo me paro ante la asamblea y rindo cuentas”, explica con decisión una de las tesoreras.

El empoderamiento político y social de las mujeres tiene reflejo en el ámbito personal y familiar. Janet, de Salinas Grandes, manifiesta: “Yo ahora voy a la asamblea y me siento bien hablando de lo que siento. Eso me ha ayudado con mi esposo. Ahora platico con él, le digo lo que no me gusta. Antes yo me quedaba callada”.

Para los hombres, por el contrario, los cargos directivos son a menudo ocasiones de proyectarse, reafirmando así su poder y liderazgo. Esto repercute en modelos de gestión que a veces no son sostenibles. Myriam y Lucía, fiscal y presidenta del CAPS de Salinas Grandes, relataban: “La anterior Junta Directiva era sólo de hombres. El presidente se dedicó a condonar la deuda a las mujeres. El sistema se paró y estuvimos sin agua más de año y medio. Todo el dinero que quedó se perdió. En poco tiempo teníamos una gran deuda con Unión Fenosa. Cuando nosotras volvimos al CAPS Unión Fenosa no confiaba en nosotras y no querían negociar”.

Hacen frente a los conflictos

El CAPS se convierte en un reflejo del sistema patriarcal que protege a los hombres,a menudo a costa del esfuerzo de las mujeres. Esto a veces las obliga a afrontar conflictos que generan rivalidades y debilitan las relaciones entre ellas.

Ser tesorera no es para cualquiera. Llegan a manejar decenas de miles de córdobasque deben guardar en sus casas, con el riesgo que esto implica. Pero quizás eso no sea lo peor. El cobro es uno de los aspectos más delicados y conflictivos de la gestión comunitaria del agua.

El tesorero del CAPS de Vado Ancho delega su función de cobro en Marisela, la responsable de la operación y el mantenimiento del sistema: “A mí me toca cobrar, pero eso se lo dejo a ella porque yo trabajo y no tengo tiempo. Además yo no sirvo para cobrar, termino perdonando la deuda. Después ella lleva el registro y me entrega el dinero”.

Marisela es quien garantiza la operación y el mantenimiento del CAPS de Vado Ancho en Chinandega. Pero asume también funciones de tesorera llevando el cobro de la tarifa del agua y el registro

La función de cobro es vista con más respeto cuando la persona que la ejerce es un hombre. “Cuando yo notifico a alguien que se va a proceder a cortar el agua por falta de pago la gente me trata. A veces dicen groserías. Cuando mando a un hombre a cobrar, no se enojan con él: le echan la culpa al bombero”, relata Zenayda.

El futuro

Las mujeres ven con preocupación el futuro. Hablan del cambio climático, de que las quebradas y los pozos se están secando. “En diez años me imagino esto en seco”, dicen.

Por eso se preocupan por cuidar las fuentes de agua y los árboles, para que dentro de diez años el occidente de Nicaragua no sea un desierto. Viven insistiendo en la casa en que cierren bien las llaves. Piensan en cosechar agua de lluvia y utilizan biojardineras para reutilizar las aguas grises para regar las plantas.

La comunidad confía cada vez más en ellas. “La comunidad ve que desde que hemos vuelto tienen agua de nuevo. Ahora confían en nosotras y nos han reelegido como Junta Directiva”, comenta Lucía, de Salinas Grandes.

Además sirven de ejemplo para otras mujeres. Así lo expresa Lorena, fiscal del CAPS de Vado Ancho: “Estamos dando un ejemplo para que otras mujeres asuman cargos de peso”. Conscientes de esto realizan una importante labor de concienciación y motivación con sus vecinas. “Motivamos a otras mujeres para que asistan a las asambleas, les decimos que hay que trabajar por la comunidad. Y aprovechamos para hacerles ver que tienen derechos”, manifiesta Juana, presidenta del CAPS de Comunidades Unidas.

Ellas depositan la esperanza de futuro en sus hijas e hijos. “Yo a mi hijo le digo: ‘usted no puede ser como su papá’. Y le pongo a hacer las cosas”, dice Lorena. Es el sueño de un futuro con agua, construido gota a gota por estas mujeres admirables que se han ganado el respeto a base de inteligencia, valentía y compromiso.

 

Imágenes del archivo fotográfico de AECID. Realizadas por Antonio Díez Parra.



Fuente:
AECID, 31 de marzo de 2016, En Nicaragua, el agua es cosa de mujeres. www.iagua.es
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