Tormentas tropicales y ciclones lentos han causado grandes lluvias, inundaciones y deslizamientos de tierra
A pesar de que tienen más energía, los huracanes de categoría mayor no necesariamente son tan destructivos, sino aquellos fenómenos meteorológicos de baja intensidad, como tormentas tropicales o ciclones, que se desplazan lentamente y generan grandes precipitaciones, mismas que podrían ocasionar severas inundaciones, deslizamientos y derrumbes en detrimento de la población.
En 2013, por ejemplo, Manuel permaneció varios días frente a las costas de Guerrero cuando tenía una clasificación de tormenta tropical y generó lluvias muy fuertes que causaron enormes afectaciones en esa entidad, señaló Jorge Zavala Hidalgo, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera.
Por otra parte, Stan (2005), clasificado como huracán de categoría uno, produjo inundaciones que perjudicaron a un número importante de municipios en Chiapas, ocasionó el desbordamiento de ríos y cuantiosos daños materiales al sur del país. Esto hace evidente que no siempre los ciclones tropicales más intensos son los más peligrosos, resaltó el universitario.
Medidas de prevención
Dar por iniciada la temporada de huracanes (del 15 de mayo al 30 de noviembre) implica que debemos tomar medidas para hacer frente a los probables impactos de los meteoros y minimizar la pérdida de vidas humanas, así como reducir daños materiales.
“Hay elementos que indican la aparición del fenómeno de La Niña en los próximos meses; su ocurrencia sugiere menos actividad en el Pacífico Oriental y mayor en el Atlántico”, dijo.
El académico explicó que por la orografía de México, cuando hay flujos de viento con alto contenido de humedad hacia los sistemas montañosos, “se desarrolla mucha precipitación, algo que no ocurre en zonas bajas como en el Estado de Florida, por ejemplo, donde es más plano el territorio. Esas condiciones –en algunos casos– llegan a ser más determinantes que la misma categoría de los huracanes.”
Gran importancia
Jorge Zavala abundó que en nuestra nación poco a poco aprendemos de estos fenómenos naturales; sin embargo, es urgente que no se pierda de vista, o no se minimice, la relevancia de un ciclón de baja intensidad, sobre todo por su impacto en precipitaciones pluviales.
“El número de huracanes que se producen en una cuenca –sea en el Atlántico o en el Pacífico– no está altamente correlacionado con la cifra de aquellos que tocan tierra; esto implica que la ocurrencia de más ciclones tropicales no necesariamente significa mayores daños en el continente; pero siempre debemos estar atentos, sin importar la categoría”, remarcó.
Finalmente, consideró que también se debe estar alerta a los problemas esperados, como la marea de tormenta (sobreelevación del nivel medio del mar), el aumento del tamaño de las olas, inundaciones por precipitación y desbordamientos de ríos y deslaves, así como a la fuerza de los vientos, que por sí solos son destructivos.