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Noticias Internacionales - Febrero 2018


2 de Febrero de 2018

Las consecuencias de la gestión del agua frente a la sequía en España

Alberto Fernández L.

La reducción de precipitaciones que vinimos teniendo desde 2014 ha desembocado durante 2017 en un periodo de reducción de aportaciones a los embalses en determinadas zonas de España. Aunque estadísticamente los últimos tres años no han sido especialmente secos en casi toda la Península, se ha producido una reducción media de las reservas en los embalses.

Esta conocida disminución paulatina de aportaciones no ha supuesto que se hayan tomado medidas para prevenir los posibles efectos de una posible situación de escasez de precipitaciones como la que ocurrió el año pasado. Esta no ha hecho otra cosa que confirmar la tendencia a la baja, en amplias zonas de la Península Ibérica. Como consecuencia, en el año recién terminado los embalses de buena parte de España no habían estado tan vacíos desde la dura sequía de 1995.

Estas imágenes de embalses vacíos corresponden a la expresión de la mal llamada ‘sequía hidrológica’ y se han convertido en una dura prueba de lo que debería realmente denominarse como escasez de agua. Como escasez entendemos la relación entre oferta de agua existente y una demanda que la supera. Esta situación es consecuencia de la planificación, de la ordenación de usos del territorio y de la gestión, y no solo de la reducción de las aportaciones naturales. En nuestra opinión estas imágenes son la prueba de que no hemos aprendido de situaciones similares e incluso peores en el pasado, como las sequías del periodo 1995-1999 o las de 2004-2009. Esto se ha traducido en que el uso del agua no disminuyó tras el último periodo seco, (en época de “vacas gordas”) y por el contrario el consumo incluso se ha aumentado desde 2008.

Uno de los principales factores desencadenantes es que la superficie de regadío ha seguido creciendo (casi un 10%) y la productividad (ligada a la evapotranspiración a la atmósfera del agua) de los cultivos se ha intensificado, llegando al 82-48%, según diversas fuentes, del total del agua que se consume. No obstante, en pleno 2015 los Planes Hidrológicos de Cuenca plantearon una oferta de agua para medio millón de hectáreas nuevas. La situación de los embalses nos debe poner en alerta de las limitaciones necesarias al crecimiento del regadío, si no queremos avocarlo a un ‘suicidio hídrico’ por falta de expectativas de estabilidad en las dotaciones de agua. Este vaciado de recursos se debe también al mantenimiento de las aportaciones de los embalses sin tener en cuenta las proyecciones futuras en un escenario de aumento del consumo de regadío tras las modernizaciones.

Eficiencia en el regadío

Esta aparente contradicción se justifica porque el aumento de la eficiencia en el regadío se traduce en una mayor capacidad de utilizar el agua que se le aporta, consiguiendo evapotranspirar más y aumentar la productividad; pero a costa de reducir los retornos de riego hacia otros usos de la cuenca hidrográfica que se beneficiaban de tales retornos. En consecuencia, los embalses y acuíferos han tenido que sobreexplotarse para atender a los déficits para las cuencas originados tras la modernización de los sistemas de aplicación del agua al regadío. Otra consecuencia de esta política es el aumento excesivo de la oferta de productos de regadío, como las 40.000 toneladas de melocotones y nectarinas excedente este año del mercado en Cataluña, que nos ha costado a los europeos más de 11 millones de euros con el fin de retirar la mayor parte del mercado y controlar que no bajasen los precios.

No es posible que la situación de sequía de 2017 nos haya pillado por sorpresa, ya que son un fenómeno recurrente en nuestra región. Pero el cambio climático tan reconocido por todos es el que se encuentra detrás de la reducción tan intensa de las lluvias. Pero sobre todo explica las temperaturas extremadamente altas que estamos padeciendo y que cada año superen el record. Esto tiene una consecuencia inmediata sobre los cultivos, que hace que aumente su demanda hídrica, efecto que se suma a la reducción de aportaciones. Además, influye en el crecimiento, haciendo que las producciones se reduzcan, como es el caso de los cultivos mediterráneos, al sufrir una maduración forzada.

Explotación de recursos hídricos

Otra consecuencia del exceso de demanda es que en muchas cuencas, los índices de explotación de los recursos hídricos superan el 40%. Cuencas como el Guadalquivir, Segura o Júcar tienen graves problemas de sobreexplotación. Pero se exigen más regadíos en lugar de controlar y castigar el uso ilegal del agua o revisar concesiones tras la modernización de los regadíos. A las zonas de acuíferos sobrexplotados como el Alto Guadiana, en el que hay repartidos el triple de derechos que los recursos disponibles, Doñana, Los Arenales en el Duero, Levante y Almería se unen a los 200 acuíferos sobreexplotados y unos 50 declarados en riesgo y no se tiene en cuenta que estas masas de aguas son reservas estratégicas para periodos de sequía y que de su descarga depende el buen estado ecológico de ríos y humedales. Para más presión, el uso del agua para riego de los acuíferos aumentó en los últimos años en un 33%. Además, se estima que en España siguen abiertos unos 500.000 pozos ilegales, que reducen su capacidad de maniobra en los periodos de sequía.

Como consecuencia de la continuidad en esta política de uso del agua, la mitad de nuestros ríos y humedales están en mal estado y no hay margen de maniobra posible para prevenir situaciones de sequía, un episodio natural y recurrente en el entorno mediterráneo. También se está poniendo en peligro el abastecimiento a poblaciones, a pesar de que suponen menos del 15% del total del agua consumida en España. Si no gestionamos adecuadamente la escasez, manejando adecuadamente los embalses y reduciendo la demanda de los usos actuales, correremos el peligro de tener que dejar los ríos y humedales sin agua, provocando un desastre ecológico de difícil reversibilidad y alterar su capacidad de recibir los vertidos de aguas residuales de las depuradoras. Estos desesperanzadores datos coinciden con el Día Mundial de los Humedales, que se celebra el 2 de febrero.

Planificación y gestión del agua

Nos ha fallado la planificación, pero sobre todo la gestión del agua. A pesar de los avances conseguidos en planificación gracias a las exigencias de la Directiva Marco del Agua (DMA), se sigue primando la oferta de agua al margen de la salud de los ecosistemas. La Comisión Europea ha advertido a España por los deficientes planes hidrológicos: no se han coordinado los Planes de Sequía (según la recomendación de la Comisión Europea en 2007) con los de demarcación, que deberían incluir los indicadores de escasez como nivel de base para la gestión de las demandas. Tampoco se ha hecho buen seguimiento de la calidad de nuestros ríos, cuyo estado se desconoce. Los caudales ecológicos definidos en los planes hidrológicos ponen en riesgo alcanzar su buen estado ecológico que exige la DMA.

Otra gran asignatura pendiente es la recuperación de los costes del agua, incluidos los ambientales. Esta es una medida que destina la DMA a favorecer el uso racional el agua y desincentivar el despilfarro. España, sin embargo, no ha definido todavía qué plan de reformas legales tiene en mente para corregir esta deficiencia.

Ante la falta de previsión frente a la sequía, el Gobierno ha vuelto a responder con parches, tales como eximir del pago del agua a algunos regantes en el momento en el que es más escasa, o facilitar un mercado de derechos que no solo mercantiliza este bien público, sino que consolida la sobreexplotación, al vender derechos de agua que en muchos casos no se estaban ejerciendo y solo existen sobre el papel. Es un sistema perverso que se retroalimenta, consolidando y aumentando las demandas y con ello el riesgo ambiental, social y económico; algo que se esconde tras la justificación del cambio climático como si de una plaga bíblica se tratase. Igualmente, por presión de las Comunidades Autónomas y los usuarios, las Confederaciones Hidrográficas ha mantenido el nivel de sobreexplotación de los acuíferos en riesgo, manteniendo las dotaciones autorizadas a los niveles de años anteriores y restando la capacidad de valor estratégico.

Es importante que se reconozca por todos que en los periodos de abundancia de lluvias hay que preparase para los de escasez, al igual que en invierno preparamos los montes frente a los incendios, porque es cuando podemos asumir todas las medidas sin producir impactos. Esto evitará tomar decisiones incorrectas que justifican tomar medidas de urgencia, una vez más, ante unos años secos de graves consecuencias para la seguridad del agua en un escenario de cambio climático. Cada vez más, tenemos que adaptar nuestras demandas a los recursos disponibles y ser capaces de adaptar nuestro desarrollo a un escenario de agua cada vez más escasa, preservando la salud de las personas y el medio ambiente acuático. Ante el cambio climático, los ecosistemas sanos y en buen estado son nuestra garantía para poder disponer de agua en cantidad y calidad suficiente, tanto para la naturaleza como para las personas. No podemos seguir esperando a que la solución nos venga del cielo.

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Fuente:
Alberto Fernández L., 2 de Febrero de 2018.Las consecuencias de la gestión del agua frente a la sequía en España. www.efeverde.com
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