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Noticias Internacionales - Febrero 2012


26 de Febrero de 2012

El agua en las riberas del río Acre subió hasta 10 metros

 

La operación retorno se plantea dolorosa. Los pobladores de los seis barrios inundados de Cobija realizan labores de limpieza de sus casas que hace apenas cinco días estuvo inundada a alturas de hasta tres metros. Retiradas las aguas, se revela la magnitud del daño causado por los ríos fuera de cauce.

En el barrio Mapajo, por ejemplo, donde hace tres días se podía navegar en lanchas con motor fuera de borda, y el agua besaba los techos de las viviendas, ahora queda una capa de lodo en extremo resbaladizo, de unos cinco centímetros. El río Acre se ha retirado, las autoridades estiman que creció 18 metros en el peor momento de la inundación, una situación que no se había presentado desde hace medio siglo.

Las calles y avenidas que se habían convertido en ríos, ahora casi secas, muestran un desolador panorama de basura, de objetos dispersos por todos lados, siempre cubiertos de lodo e inservibles.

LIMPIEZA En las viviendas, los dueños se dan a la tarea de escoger entre sus enseres lo todavía útil. Libros, equipos de música, televisores, planchas, refrigeradores, documentos, colchones, sofás y muebles de living, son sacados a la calle con ayuda de conscriptos militares y maquinaria pesada del municipio, la Gobernación y las fuerzas militares de Bolivia y Venezuela que realizan trabajo comunitario conjunto en esta región del país.

Los objetos inservibles son depositados en palas cargadoras y de éstas a volquetas para alimentar los reservorios de basura de la capital de Pando. Catalina Sairo, es ama de casa de una vivienda de buena calidad, rebusca entre sus enseres tratando de encontrar algo que se pueda recuperar. Muestra los desechos, cajas con las herramientas para trabajos en electricidad que realiza su marido, rebusca y tras un suspiro autoriza que se lleve toda la caja a la pala cargadora.

En el interior de la vivienda el resto de la familia barre el piso, las paredes. Dan golpecitos a las paredes de ladrillo, pellizcan la pintura y el ladrillo para estimar el daño que ha provocado en la estructura cinco días de agua hasta el techo.

La señora Catalina explica que producida la inundación que llegó casi a medianoche por el desborde del río Acre que hace frontera entre Bolivia y Brasil, con la familia sacaron lo que pudieron, que fue poco. El resto se lo puso lo más alto posible, pero el agua llegó a niveles no esperados y finalmente todas las cosas quedaron flotando.

“DAN GANAS DE LLORAR” Angelina Herrera tenía una tienda grande que incluía billar. Las mesas de juego están cubiertas de barro, de la tienda quedan estantes mojados y lo que había para vender desparramado por la cuadra, los canchones, todo inservible. “Dan ganas de llorar” dice la mujer, muestra con las manos todo lo que la rodea y sentencia: “no se salvó nada, no se salvó nada”. El marido, Sandro Villca, invita a visitar los otros cuartos. Todo está desparramado, sobre el piso, cubierto por el lodo.

A cuadra y media de allí, más cerca de las orillas del río Acre, Lucio Vargas, un hombre de más de 70 años, con la barba crecida, poblada de canas, y unos ojos diminutos, muestra su casa.,Toda la construcción es de madera, la cerca está sobre el piso, sirve para pisar y evitar una caída por lo resbaladizo del lodo, el techo destrozado a medias, y en el interior todo es caos. Las pertenencias de Lucio estuvieron flotando cinco días y él dice que ahora hay que botarlas y empezar de nuevo. “¿No hay peligro de que la casa se venga abajo?”, se le pregunta a don Lucio y responde con la voz quebrada que no tiene a dónde ir, que aquí se queda.

A cinco cuadras de allí, el gobernador Luis Adolfo Flores, junto a su personal ayuda a los conscriptos a sacar la “basura” de las casas. Entre cuatro personas cargan una máquina de un metro de altura. Explica que es parte de una pequeña imprenta. El dueño de esta casa tenía esta pequeña industria y fotocopiadoras. Ahora todo es trasladado a las palas cargadoras, camino al basural.

Flores explica que cada casa es un drama distinto. Mucha maquinaria y electrodomésticos comprados con créditos, quedaron inutilizados.

El gobernador hace una primera estimación y calcula que por lo menos 70 casas ya no volverán a ser habitables, hay que echarlas abajo. El resto de viviendas, unas mil, también serán sometidas a evaluación pero se cree que pueden rescatarse.

Desde el barrio Mapajo se mira Brasilea, la población brasileña vecina de Cobija. Allí los daños fueron similares o aún peores que en el lado boliviano.

Pese a la magnitud del desastre, tanto en la parte boliviana como brasileña no se lamenta la pérdida de vidas humanas.

Datos.

En el país

A nivel nacional el largo e intenso periodo de lluvias ya dejó damnificados y afectados en 112 municipios: 19 en Chuquisaca, 18 en Cochabamba, 21 en Potosí, 23 en La Paz, 9 en Oruro, 4 en Pando, 7 en Tarija, 7 en Santa Cruz y 4 en Beni, según reportes del Viceministerio de Defensa Civil.

Familias afectadas

En todo el país hay 12.300 familias afectadas y 953 viviendas dañadas, por las lluvias, inundaciones, vientos fuertes, granizadas y debordes de ríos.

Presupuesto

El Gobierno nacional anunció que tiene 51 millones de bolivianos para ayudar a los damnificados de los desastres de este periodo de lluvias y 1.700 toneladas de alimentos que ya comenzaron a ser distribuidas.

Las intensas lluvias y riadas también afectaron 9 mil hectáreas de una superficie de 2,9 millones de cultivos.

La tragedia desnuda al país

BOLPEBRA/OPINIÓN

San Pedro de Bolpebra, en el extremo norte del país, queda a cinco horas de viaje por tierra, desde Cobija, por territorio boliviano, y a una hora de viaje, por carretera, desde Cobija, por territorio brasileño. Este sólo dato sirve para graficar la diferencia de desarrollo entre una y otra frontera.

De Cobija a San Pedro de Bolpebra no hay carretera sino camino de tierra. De Cobija se cruza a Brasilea y allí se contrata de un taxi que en apenas una hora cubrirá los 115 kilómetros de distancia entre uno y otro punto boliviano.

Enfrente de San Pedro de Bolpebra está la ciudad de brasileña de Assis, con calles enladrilladas o asfaltadas, centros comerciales y supermercados. A unos 600 metros está Iñapari, ciudad intermedia del Perú, también con evidente desarrollo urbano. Y cruzando el río Acre, en canoas con motor fuera de borda, está San Pedro de Bolpebra: no tiene calles sólo sendas entre las malezas. Es menos que un pueblo, sólo un caserío.

Entre una y otra frontera, a menos de un kilómetro cia, hay por lo menos cien años de diferencia.

La inundación crea un pueblo fantasma

SAN PEDRO DE BOLPEBRA // OPINIÓN

San Pedro de Bolpebra era la población boliviana más distante del extremo norte del país. Está ubicada en la punta derecha de la parte superior del mapa y su nombre resume los nombres de los países de la triple frontera: Bolivia-Perú-Brasil. Desde hace una semana es un pueblo fantasma.

Las 36 familias que colonizaron esa parte de la amazonía del país decidieron, en asamblea, abandonar el lugar y exigen que el Estado construya otro pueblo a unos cinco kilómetros de distancia de la frontera. El año pasado el río Acre los visitó dentro de sus viviendas y hace diez días inundó totalmente la población. Debieron huir a las dos de la madrugada adonde pudieron. Unos corrieron hacia el río Acre y huyeron en lanchas hacia Assis, la ciudad brasileña de enfrente cuyos pobladores fueron en su ayuda, otros huyeron hacia Iñapari, la población peruana vecina y otros buscaron simplemente las alturas. No hubo víctimas humanas pero lo perdieron todo.

En San Pedro de Bolpebra la escuela “Tres Fronteras” tiene ocho aulas. El agua llegó hasta casi el techo. La directora del Núcleo “Tres Fronteras”, Emilia Pacheco, es una de las tarijeñas que hace 20 años formó parte de un grupo de colonizadores y terminaron, por propia voluntad en esta parte del país. A medio camino entre Tarija y Bolpebra le nació el primer hijo que realizó sus estudios primarios en los ocho grados que existen en este lugar y ahora estudia ingeniería en La Paz.

La profesora Pacheco ingresa a su oficina y verifica que no hay nada recuperable que no sean los trofeos de los campeonatos de fútbol que están tirados en el piso, cubiertos por lodo, pero pueden lavarse. No ocurre lo mismo con la historia de la escuela, los archivadores están por el suelo, cubiertos de lodo y han soportado casi una semana bajo las aguas. Los documentos son irrecuperables, los materiales de estudio también.

La directora Pacheco llora desconsoladamente y cuenta su propia historia que en buena parte es la historia de San Pedro de Bolpebra, cómo llegaron, se instalaron, construyeron en el monte un caserío y de aquí salieron estudiantes que ahora están en la universidad de Cuba, sobre todo para lograr el título de médicos. Ahora los estudiantes, para los ocho niveles, no llegan al centenar, tanto de San Pedro como de las comunidades indígenas cercanas. Ahora de la escuela sólo quedan las paredes remojadas, húmedas y al centro una cancha de fulbito, de piso de cemento. Los muros en buena parte cayeron.

A unos 600 metros está la posta médica. Es la segunda mejor construcción de San Pedro de Bolpebra después de la escuela. Tiene cuatro ambientes y están por el suelo y cubiertos de lodo los refrigeradores de la “cadena de frío” para mantener las vacunas. Las medicinas, las tabletas y píldoras están en el piso, al igual que la camilla y los otros utensilios. La enfermera auxiliar a cargo dice que nada se puede recuperar y explica a los niños que quieren recoger algunas medicinas, que por favor no lo hagan, que todo está perdido, ya no sirve.

A 250 metros están las oficinas de la Policía. En el corredor de ingreso una motocicleta de color rojo, para las rondas por la frontera, está cubierta de barro y lodo. No sirve.

Bolpebra: El extremo más alejado del país se hace visible por la tragedia 

En el extremo del territorio, donde termina Bolivia, está el puesto militar. Es diminuto. Hay tres soldados, estudiantes bachilleres, conscriptos, bajo órdenes de un subteniente. El primer escalón acaba de ser licenciado. Estos tres jóvenes terminarán su año de servicio militar en julio. Llegan al puesto de Bolpebra cada tres meses y todo el personal retorna a Cobija tras ser relevados. Uno de ellos dice que comen bien porque compran alimentos o del Perú o del Brasil, que son ciudades que quedan, una a 600 metros de distancia y la otra a 200 metros.

En la casi selva que es San Pedro de Bolpebra destaca una antena de Entel. Aquí casi no hay problema para comunicarse con el resto del país sólo por teléfono celular y en una de las casas hay anuncios de venta de tarjetas. Todas las casas están con candado en las puertas. Una tiene en el patio, del lado de calle, colgadas de una pita, mazorcas de maíz con chala, todas cubiertas totalmente por el barro. Estas mazorcas son la mayor expresión de la inundación. El pueblo está vacío. Oficialmente abandonado por decisión de una asamblea de los vecinos que viven o del comercio, o de la recolección de castaña monte adentro. Los vecinos se trasladaron a unos cinco kilómetros dentro de territorio boliviano, a una zona alta adonde la inundación no llegó esta vez. ¿Aquí se va a construir el nuevo pueblo”, se le pregunta al alcalde, Rómulo Terrazas y éste responde que no se sabe, que tendrán que hacerse estudios. En la altura están desplegadas cuatro carpas verdes, de Defensa Civil. En el piso hay por lo menos otras quince que también fueron enviadas por la Gobernación de Pando.

Irineo Aillón, es el presidente de la Organización Territorial de Base (OTB). Dice que todos confían que el gobierno departamental y nacional se encargarán de construir otro pueblo desde el cual puedan, en el futuro, ellos y sus hijos ver pasar la inundación, sin sufrir estos daños.


 

 

Hace una semana sólo podía recorrerse algunos barrios de Cobija, en lancha, el agua de la inundación llegó en muchos casos hasta los techos y centenares de personas fueron evacuadas a escuelas y otros albergues. OPINIÓN/PANDO



Fuente:
26 de febrero de 2012, El agua en las riberas del río Acre subió hasta 10 metros. www.opinion.com.bo
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